¿CULTURA
ESCLAVISTA DE LA FOTO?
Hoy más que nunca, vivimos en un mundo en que el hombre pierde cada
vez más espacio de su vida íntima, por consiguiente, la intimidad está desprotegida.
El valor de la intimidad personal es víctima distintos modos:
- Por la “necesidad” a la que con frecuencia, el hombre de hoy está
sometido - ante
cualquier operación, por más
baladí que fuera el trámite- a entregar sus documentos
personales, dirección, número de teléfono,
etc. etc.
- Por la fuerza de los medios de comunicación social que a toda
personas “públicas” y
no tan públicas, roban la
vida privada.
- Por el espionaje a que es sometido cualquier hijo de vecino.. “¿Hay
derecho a espiar
con la ayuda de una cámara
oculta los hechos y gestos del prójimo y arrojarlos luego
al mundo como plumas al
viento?
Pregunta: ¿Las cámaras de televisión tienen que estar en todas partes
y siempre, de tal forma que el que es espiado no tenga posibilidad de
retirarse, y que sus hechos y sus gestos, su alegría y su dolor puedan ser
observados sin compromiso, con el cuento que el público tiene derecho a la
información?
Hay cosas íntimas que no deben ser publicadas:
1º) Porque no es incumbencia de nadie más que los protagonistas y, 2º) Nadie
tiene derecho a violar la intimidad de las personas. Momentos íntimos como casos de enfermedad o
muerte, “soltados” por las redes sociales sin consentimiento del o de los afectado, es
reducir el acontecimiento a “morboso espectáculo”.
La cultura del vyroreí: aplausos, pose, palmaditas en la espalda, foto y pseudo fama,
parece encandilar-estupidizar al homo sapiens del siglo XXI. Es así como tantos
descerebrados filman incluso sus propios delitos, para luego ser detenidos y esposados
y exhibidos ante cámaras de tv… convirtiéndose en campeones de la torpeza humana.
Así las cosas, que un imbécil exponga sus
asquerosas fotos haciendo cualquier
vyroreí, no deja de ser grosera burrada, por el hecho de que el autor, sea
nomás luego, un gran idiota. Esta tilinguería, curiosamente comete también
quien se vende como intelectual, degenerándose por tanto, en intelectualoide
de pacotilla. ¿Para qué sirve un "intelectual" de esta calaña?
Un ejemplo de porquería entre miles: “Un
joven identificado como Aarón Pino, de Baja California, subió una fotografía en la que
se puede apreciar como posa para la cámara haciendo la señal del rock con
su mano izquierda, mientras que en la derecha sostiene a un perro clavado en una pequeña cruz de madera”. ¿Dónde radica la decencia y el buen gusto es esta despreciable acción?
Otro ejemplo: “No quiero salir en fotos
de Facebook. En el momento de las fotos ya advertí que no quería que esto
ocurriera, pero una persona en concreto quiso convencerme de que no pasaba nada
y seguramente cumplió con su propósito…. Estoy más que harta de esta situación;
mi imagen, y lo que hago o dejo de hacer, NO ES PÚBLICA”.
Por lo poco dicho - y por lo mucho no dicho - pero
conocido por todos, el momento
actual ha sido calificado, con razón, como la “época de la indiscreción”. Sin
declararnos contrarios a la tecnología y a sus avances, conviene defender el
valor de la intimidad frente a toda intromisión en la vida privada ajena.
Para Umberto Eco, escritor
y semiólogo italiano, autor del best seller "El nombre de la rosa"… las redes sociales
generan una “invasión de imbéciles”. "El drama
de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo al nivel de portador de la
verdad", sostiene el escritor italiano. escritor y semiólogo italiano autor del best seller
"El nombre de la rosa".
“Las redes sociales le dan derecho
de palabra a legiones de imbéciles que
antes hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la
colectividad”, opinó. El ensayista
sostuvo que “enseguida (a éstos) los callaban, mientras que ahora tienen el mismo derecho de palabra de
un premio Nobel”. “Es una invasión de
imbéciles”, completó.
Particularmente, soy favorable a la tecnología provechosa, y no a la colosal estupidez
humana.
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