domingo, 19 de julio de 2015

HUMILDAD INTELECTUAL…

¡SINÓNIMO  DE  SABIDURÍA!

En un mundo donde el “becerro de oro” del cultivo académico al más alto nivel reina, la humildad intelectual, corre el riesgo de resultar amargo, casi trágico. Es que, fácilmente el conocimiento intelectual suele convertirse en bufón y víctima de la soberbia. La humildad intelectual elude la presunción y favorece la sobriedad - dirá Secundino Núñez -, porque para progresar en la sabiduría hace falta la sencillez del niño, incapaz de dobleces e hipocresía.

Un patético ejemplo del conocimiento intelectual no veraz es la negación de evidencias que chocan frontalmente con el sentido común: La “ideología de género”, que dice, en términos simples, “el género es un construcción cultural”, sin importar el dato biológico con que se ha nacido: varón o mujer. ¿Cómo puede sostenerse tamaña barbaridad?

La humildad intelectual radica en reconocer que uno no debe pretender: saber lo que no sabe. Esto no es debilidad. Es rechazar pretensiones, jactancia o engreimiento sin fundamento. Es necesario que la inteligencia mantenga “buenas relaciones” con la voluntad, porque ésta, no conoce la verdad. El corazón no piensa ni juzga, sólo siente. Entonces es necesario que el intelecto camine por anchas avenidas de la verdad y del bien, para no dar lugar a acciones depravadas e innobles al homo sapiens.

Por consiguiente, la primera condición para el progreso en el con cocimiento de las verdades fundamentales es la humildad (cfr. Antonio Orozco D. Libertad en el Pensamiento p.147). San Agustín dice así: “El que conoce una cosa de modo distinto a como es, no la conoce” y agrega: “Quien entiende, en aquello que entiende, no puede errar” (Libertad en el Pensamiento p. 102).

Para llegar a aprender hay que ser humildes, es decir, ser consciente de lo que no somos capaces, de nuestros errores y vicios, de nuestros aspectos negativos…, sin dejar de valorar nuestras propias virtudes: capacidades, aptitudes, talentos y cualidades: búsqueda de la sabiduría, de la verdad. Un hombre coherente tiene una unidad entre el sentir, el pensar y el actuar.

El papa Francisco nos enseña: “El camino del cristiano es pasar de la lógica del dominio, del aplastar, manipular, a la lógica de acoger, recibir, cuidar”. “Cuando bien podemos hacer si nos animamos a aprender el lenguaje de la hospitalidad, del acoger”. 

“A jugársela por algo, a jugársela por alguien. Es la vocación de la juventud y no tengan miedo de dejar todo en la cancha. Jueguen limpio, jueguen con todo. No tengan miedo de entregar lo mejor de sí. No busquen el arreglo previo para evitar el cansancio, la lucha. No coimeen al réfere”.

¿De qué sirve una ilustrísima inteligencia, arrogante, soberbia y mentirosa? Sólo la humildad intelectual sabe, conoce y afirma que la verdad no depende de uno mismo. Las cosas son lo que son y cómo son, con independencia de convicciones, deseos y de caprichos humanos.

Por lo tanto, cuando de verdad aprendemos es porque lo que nos han transmitido aquellos en los que hemos confiado por su capacidad intelectual, lo hemos pensado, reflexionado, razonado y a continuación lo hemos puesto en práctica, nos ha llevado a hacerlo vida; ahora sí, ahora es cuando somos verdaderos intelectuales, hombres que desde la humildad accedemos a la verdad. 

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