¿INVENTO O REALIDAD?
En
el libro “Para Salvarte” del P. Jorge Loring
p. 84 y sgtes, nos brinda excelente catequesis: El que peca mortalmente
y muere sin arrepentirse de sus pecados mortales se va al infierno. Lo
transcribo por considerar de gran utilidad para quien dude de su existencia.
Vive siempre como quien ha
de morir, pues es certísimo que, antes o después, todos moriremos. En la puerta
de entrada al cementerio de El Puerto de Santa María se lee: «Hodie mihi, cras
tibi» que significa: «Hoy me ha tocado a mí, mañana te tocará a ti». Esto es
evidente. Aunque no sabemos cómo, ni cuándo, ni dónde; pero quien se equivoca
en este trance no podrá rectificar en toda la eternidad.
Por eso tiene tanta
importancia el morir en gracia de Dios. Y como la vida, así será la muerte: vida
mala, muerte mala; vida buena, muerte buena. Es impresionante la muerte de
Voltaire (Francisco M Arouet). Murió la noche del 30 al 31 de mayo de 1778, a
los ochenta y cuatro años de edad. Fue un hombre impío y blasfemo.
En la hora de la muerte
pidió un sacerdote, pero sus amigos se lo impidieron. Murió con horribles
manifestaciones de desesperación, bebiéndose sus propios excrementos, como
cuenta la marquesa de Villate, en cuya casa murió. Con la muerte termina para el hombre el
estado de viajero, y se llega al término que permanecerá inmutable por toda la
eternidad. Más allá de la muerte no hay posibilidad de cambiar el destino que
el hombre mereció al morir.
Hay personas que se acomodan
en esta vida como si ésta fuera para siempre y definitiva. Esto es una
equivocación. Debemos vivir en esta vida orientados a la otra, a la eterna, que
es realmente la definitiva. Por lo tanto debemos aprovechar esta vida lo más
posible para hacer el bien. En la muerte se separa el alma del cuerpo. El
cuerpo va a la sepultura y allí se convierte en polvo.
El alma, en cambio,
constitutivo esencial de la persona, sigue viviendo. En el mismo instante de la
muerte Dios nos juzga. Esto es dogma de fe. Dice
San Pablo: “Cada cual dará a Dios cuenta de sí”. «Dios dará a cada uno según
sus obras".
Si hemos muerto en paz con
Dios, sin pecado mortal, el alma es destinada a ser eternamente feliz en el
cielo; pero si hemos muerto en pecado mortal, es destinada a ser eternamente
desgraciada en el infierno. Dice San Juan: «Los que hayan hecho el bien
resucitarán para la vida; y los que hayan hecho el mal, para la condenación»
El hombre materialista es
vencido por la muerte. Sólo Dios nos da la vida eterna. La fe y la fidelidad a
Dios es el supremo modo de vivir en esta vida, y de esperar con ilusión la
eternidad.
El infierno es el conjunto
de todos los males sin mezcla de bien alguno. Siguiendo las enseñanzas de
Cristo, la Iglesia advierte a los fieles de la triste y lamentable realidad de
la muerte eterna, llamada también infierno. (…) El pecado es obra del hombre, y
el infierno es fruto del pecado. El infierno es la consecuencia de que un
pecador ha muerto sin pedir perdón de sus pecados.
.
Jesucristo
habla en el Evangelio quince veces del infierno, y catorce veces dice que en el
infierno hay fuego. Y en el Nuevo Testamento se dice veintitrés veces que hay
fuego. Aunque este fuego es de características distintas del de la Tierra, pues
atormenta los espíritus, Jesucristo no ha encontrado otra palabra que exprese
mejor ese tormento del infierno, y por eso la repite. LA EXISTENCIA DEL INFIERNO ES DOGMA DE FE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario