domingo, 16 de marzo de 2014

IMPUESTOS


¿Para qué pagar?


Se afirma una y otra vez, hace tiempo y ahora: “Paraguay es el país con carga tributaria más baja entre tantos países del mundo”. Quizá porque mucha gente cree que el bienestar de un país es cosa del Estado. Y es media verdad. Como es verdad que lo recaudado en carácter de impuesto no siempre se revierte  a favor del bien común.


Con un PIB por habitante tan bajo, ¿cómo es posible huir de la extrema pobreza?. No es necesario poseer mucha inteligencia para advertir que la desacreditada casta política de turno en el poder, debe incorporar a su “sistema operativo” virtudes como honestidad, trabajo, patriotismo, etc.

En Paraguay sufrimos escandalosamente tierna la cultura de la evasión, al comprar cosas sin factura (así nomás, no pocas veces creyendo erróneamente que pedir factura es ser argel), colaborando eficazmente con la informalidad en cualquier transacción comercial, lo que en puridad, fomenta el contrabando y alimenta la corrupción.

Por tanto, no pagar impuesto equivale a dar “justificativo” al Estado para no cumplir  con su deber. Así las cosas, no hay insumos básicos en hospitales y muchas escuelas carecen de lo mínimo necesario. Ni hablemos de infraestructura vial, cuidado del medio ambiente y demás etcéteras.

Comprar sin pedir factura legal es engañarse creyendo “ahorrar”: quienes realmente ahorran y grande, son los que venden, no el que compra. Es saludable que el Ministerio de Hacienda haya logrado implementar ciertos impuestos como el pago de IVA, entre otros, pero es necesario que el ciudadano común entienda que pagar tributo es una necesidad.

Es verdad que los gobiernos nos han estado estafando descaradamente, porque todavía la opinión pública sigue enclenque y enfermiza. La buena noticia parece venir de la juventud que se despierta lentamente de la beata somnolencia del así “nomá loo ko somos nohotro”.

Recordemos lo dicho por De Bonald: “Los gobiernos engendran a las instituciones, las instituciones modelan a los hombres, y los hombre transmiten las buenas o malas cualidades que reciben de las instituciones

Por tanto, si pagamos nuestros impuestos, tendremos libertad y fuerza moral para exigir a los políticos que cumplan lo prometido en su vibrante campaña proselitista. Si no lo hacemos, seguiremos soportando sus engañosos y ponciopilatianos discursos de democracia, mientras cada día más nos hunden en la desgracia.


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