¿Somos ricos en
deseos e indigentes en resultados?
“El hombre que se ignora a sí
mismo, desconoce su dignidad y es un juguete, mejor dicho, una cosa cualquiera
que no merece respeto ni se hace respetar”, nos cuenta José R. Ayllón en
su libro Desfile de Modelos)
¿Cómo rehacer nuestra sociedad?... no queda ya principio ni autoridad moral alguna. La autoridad ha dejado de existir, ha perdido credibilidad; triunfa el relativismo traducido en la falta de respeto a principios, convirtiendo al hombre en un animal que persigue sus instintos sin frenos y sin barreras.
¿En nombre de qué o de quién se va a proceder a poner orden, a
establecer justicia, si la justicia para unos es sed de venganza, para otros
aniquilación del prójimo... una justicia siempre cara, lenta, prostituida y
vendida al mejor postor?.
Pero no todo está perdido, la razón humana débil y enferma ha de
encontrar la solución y su curación en el retorno a la verdad y la justicia, en
el retorno a Dios. Ya se oyó decir que vivimos como en un “estado de delirio”
en que la sociedad es “culpable de todo”, incluso, de que nuestros hijos nos
salgan patoteros y sinverguenzas; y como no reaccionamos, nos volvemos simples
espectadores, gracias a nuestra pigmea estatura moral.
Afirma José Ramón Ayllón: “el hombre puede organizar la tierra sin
Dios, pero sin Dios no puede, sino organizarla contra el hombre”: el
humanismo exclusivo es excluyente. Si no lo cree, ¿Cómo se explica que a los
imperios actuales ha rodeado un suburbio integrado por naciones enteras; los
nuevos esclavos de las pirámides modernas?
“Hay silencios que son traiciones”; es obligación de los cristianos de
hoy recordar al hombre, que todo ser humano es más que una máquina. Es preciso
oponerse a las doctrinas modernas que, ignorando la dignidad humana, llevan las
mentes a la confusión, al orden social una inversión lamentable de valores y un
despotismo o tiranía inaguantable, brutal, antihumana.
El hombre es un ser moral por naturaleza, pues ella procede de su
condición de ser racional: el estatuto moral de la persona no le viene de
“fuera” sino que tiene origen en su misma naturaleza. Aristóteles diferencia
entre el hombre y el animal a partir de tres realidades: la racionalidad,
la socialidad y la eticidad. El hombre es un animal, pero
diferente de los otros porque piensa
(el hombre es un animal racional); porque es social (el hombre es un animal político) y porque debe vivir éticamente (el hombre es un animal
ético). Por consiguiente, la diferencia esencial entre el hombre y el animal lo
constituye la moralidad. El animal no tiene ética. El hombre, sí.
Dado que el hombre es un ser inteligente y libre, debe orientar su
conducta de un modo racional y no guiado por los instintos – como ocurre con
los animales – sino con pleno uso de su inteligencia y libertad responsable. ¡Esta
es la gran noticia!
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