sábado, 15 de marzo de 2014

NUESTRO TIEMPO Y CONTEXTO CULTURAL

¿Somos ricos en deseos e indigentes en resultados?

 “El hombre que se ignora a sí mismo, desconoce su dignidad y es un juguete, mejor dicho, una cosa cualquiera que no merece respeto ni se hace respetar”, nos cuenta José R. Ayllón en su libro Desfile de Modelos)

¿Cómo rehacer nuestra sociedad?... no queda ya principio ni autoridad moral alguna. La autoridad ha dejado de existir, ha perdido credibilidad; triunfa el relativismo traducido en la falta de respeto a principios, convirtiendo al hombre en un animal que persigue sus instintos sin frenos y sin barreras.


¿En nombre de qué o de quién se va a proceder a poner orden, a establecer justicia, si la justicia para unos es sed de venganza, para otros aniquilación del prójimo... una justicia siempre cara, lenta, prostituida y vendida al mejor postor?.

Pero no todo está perdido, la razón humana débil y enferma ha de encontrar la solución y su curación en el retorno a la verdad y la justicia, en el retorno a Dios. Ya se oyó decir que vivimos como en un “estado de delirio” en que la sociedad es “culpable de todo”, incluso, de que nuestros hijos nos salgan patoteros y sinverguenzas; y como no reaccionamos, nos volvemos simples espectadores, gracias a nuestra pigmea estatura moral.

Afirma José Ramón Ayllón: “el hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero sin Dios no puede, sino organizarla contra el hombre”: el humanismo exclusivo es excluyente. Si no lo cree, ¿Cómo se explica que a los imperios actuales ha rodeado un suburbio integrado por naciones enteras; los nuevos esclavos de las pirámides modernas?

“Hay silencios que son traiciones”; es obligación de los cristianos de hoy recordar al hombre, que todo ser humano es más que una máquina. Es preciso oponerse a las doctrinas modernas que, ignorando la dignidad humana, llevan las mentes a la confusión, al orden social una inversión lamentable de valores y un despotismo o tiranía inaguantable, brutal, antihumana.

El hombre es un ser moral por naturaleza, pues ella procede de su condición de ser racional: el estatuto moral de la persona no le viene de “fuera” sino que tiene origen en su misma naturaleza. Aristóteles diferencia entre el hombre y el animal a partir de tres realidades: la racionalidad, la socialidad y la eticidad. El hombre es un animal, pero diferente de los otros porque piensa (el hombre es un animal racional); porque es social (el hombre es un animal político) y porque debe vivir éticamente (el hombre es un animal ético). Por consiguiente, la diferencia esencial entre el hombre y el animal lo constituye la moralidad. El animal no tiene ética. El hombre, sí.

Dado que el hombre es un ser inteligente y libre, debe orientar su conducta de un modo racional y no guiado por los instintos – como ocurre con los animales – sino con pleno uso de su inteligencia y libertad responsable. ¡Esta es la gran noticia!


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