¿Para qué?
En el libro del Eclesiástico se lee: “Si
quieres, puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que agrada al
Señor. Él puso ante ti el fuego y el agua: hacia lo que quieras extenderás tu
mano. Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que
prefiera. Porque grande es la sabiduría
del Señor, él es fuerte y poderoso, y ve todas las cosas. Sus ojos están fijos
en aquellos que lo temen y él conoce todas las obras del hombre. A nadie le
ordenó ser impío ni dio a nadie autorización para pecar”. (Ecli. 15,15-20)
Lo antemencionado afirma categóricamente
una verdad: el hombre ha sido dotado de libre albedrío, lo que significa, dueño
de elegir y determinar hacia “dónde
llevar su mano”, pues Dios no monopoliza el destino de ninguna creatura
humana. ¿Cómo el hombre lleva su mano hacia el fuego? Dos ejemplos:
Caso (1). Cuando la actual civilización
tecnocientífica practica la occisión (muerte violenta) de
inocentes, en nombre de su libertad, está llevando libre y
voluntariamente su mano hacia el crimen (fuego) y no hacia el agua de vida.
Caso (2). Cuando en la gran fábrica
política – dirá Carlos Díaz - lo importante es la rentabilidad, la plusvalía,
la gestión hábil (letradismo criollo al uso, metamorfoseado en chanchullos, hartos difundidos por la prensa),
al margen incluso, si llega el caso, de las exquisiteces morales, se está
extendiendo la mano, libre y voluntariamente hacia el fuego.
Es
nomás luego
- afirmaba aquel indignado alumno de teología- un clima cultural adverso el que vivimos en esta cacareada y
sensacionalista sociedad modernamente troglodita.
Así las cosas, muy urgente es la
presencia de un Cristianismo comprometido
en la práctica, no un cristianismo sociológico. Parafraseando a Díaz: ¿Se ha cansado Paraguay de ser un país de
tradición y valores cristianos? ¿Ha confundido el cristianismo de Ismael Rolón
con el régimen militar de Stroessner? O es que ¿nunca tuvo una convicción
católica, pese a todas sus apariencias?
En este precioso tiempo penitencial de
cuaresma, será de gran provecho reflexionar sobre el don de la libertad humana
y de cómo lo conducimos. Las consecuencias de malas acciones no siempre son reversibles.
De qué valen las prácticas piadosas, al tiempo
que rechazamos el amor al prójimo y destruimos el medio ambiente?. Mejor será ayunar
de la fea costumbre de maltratar al subalterno, de incumplir una promesa, de no
respetar al vecino, entre tantas otras perlas, que adornan nuestra enciclopedia
personal.
Recuerdo las sabias
y contundentes expresiones del recordado Pa-í Guillermo Boumans: “Quien no tiene Cuaresma, no tendrá Pascua”
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