Inspiración del Amor Evangélico
Emmanuel Mounier, fundador del
Personalismo Comunitario definía al personalismo no como un sistema
cerrado, sino como “perspectiva, método, exigencias”. El Personalismo “no es una filosofía para el domingo por la
tarde”. Quiere ser expresión viva y
encarnada de las angustias y esperanzas de los hombres. ¿No es acaso un deseo cristiano?
Xavier García, seguidor de Mounier
escribe: “El valor fundamental de la
humanidad es la persona humana, y es positivo todo cuanto tiende a desarrollar
su personalidad, basada en su dignidad y su libertad, en la justicia y en la
verdad”. ¿No es acaso, un imperativo cristiano?
“Es
negativo todo mito (estado, raza, prestigio nacional, partido, clan, riqueza,
casta, imperio) que para someterse necesita víctimas humanas, sacrificándoles a
veces la vida física, o su dignidad, o su libertad, o sus posibilidades de
perfeccionarse”
En el Manifiesto al Servicio del
Personalismo de Mounier, que está centrado en la defensa de hombre a imagen de
Dios, frente a los totalitarismos de uno y otro signo, y desde la perspectiva
de la lucha liberadora se lee:
“Una
intuición imprescindible es la del primado de lo personal: Ninguna persona
humana es más persona humana que otra. De hombre a hombre va cero (es decir, es
igual). El recién nacido es tan persona humana (ni más ni menos) como el Premio
Nobel cargado de años y honores”.
Por encima de cualidades que caracteriza
a cada persona (inteligencia, salud habilidad, bondad o de sentido artístico)
está el ser persona humana, aunque sea un loco (Guillermo Rovirosa). El sabio,
el recién nacido, y el que ha de nacer, todos han sido concebidos como hijos de
Dios.
La sustitución de la primacía del dinero
por la primacía de la persona (lo que no es una frase hecha la imprenta, sino –
insistimos – para la vida) exige un cambio en la mentalidad de la colectividad
y del individuo: La metanóesis, el
cambio del corazón del propio corazón. Con su peculiar lenguaje repite
Rovirosa: <Que nadie se haga ilusiones
de implantar la Justicia en el mundo, si antes no ha implantado la “Justicia de
la Virgen” en su corazón>.
En este tiempo en que la persona ha sido
devaluada como “una cosa más entre tantas cosas”, es oportuna la
enseñanza leída en <Intensamente, Cotidianamente> p. 262-263 de Carlos
Díaz, y lo es más aún, en tiempo de Cuaresma, para iniciar una Revolución Personal,
que Mounier
llama al proceso que nace en el instante de una toma de conciencia
revolucionaria, de una rebelión dirigida en primer lugar por cada uno contra sí
mismo, sobre su participación o su propia complacencia en el desorden
establecido.
Si nuestro esfuerzo logra alguna victoria cuaresmal – por muy pequeña
que sea - podremos decir honesta y libremente, ¡Felices Pascuas, el domingo de
Resurrección!.
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