¿Se desarrolla con éxito y, progresa la Persona?
El modernismo - carroza en la cual nos montamos muy
satisfechos, que más pronto que tarde produce insatisfacción - instala en el imaginario colectivo el
vocablo: Progreso, es decir, éxito, crecimiento, desarrollo, y si es
sostenible, tanto mejor.
Al punto, Redemptor Hominis (El Redentor del Hombre) - primera Encíclica
escrita por el Papa Juan Pablo II. Con ella, marca una senda para su
pontificado al explorar los problemas contemporáneos del hombre y proponer
soluciones basadas en una más profunda comprensión del ser humano. Fue
promulgada el domingo 4 de marzo de 1979, menos de 5 meses después de la
inauguración de su pontificado – aporta lo suyo así:
Todas las conquistas hasta ahora logradas y las
proyectadas por la técnica para el futuro, ¿van de acuerdo con el progreso
moral y espiritual del hombre?. En este contexto, el hombre en cuanto hombre,
¿se desarrolla y progresa, o por el contrario, retrocede y se degrada en su
humanidad?
El Papa dice que algunos de los mayores miedos del hombre
son resultado de sus propias creaciones: el daño ecológico causado por una
explotación indiscriminada de la Tierra, y el miedo que produce el
continuamente creciente poder militar, que trae consigo la amenaza de una
destrucción global, "una inimaginable autodestrucción, comparados con la
cual todos los cataclismos y catástrofes de la historia parecen
desvanecerse".
Juan Pablo señala que aunque la creación de nuevos materiales
y avances tecnológicos representen auténticas señales de la grandeza del
hombre, también provocan una pregunta inquietante: "¿este proceso, en el
cual el hombre es su creador y promovedor, hace la vida humana en la tierra más
humana en cada aspecto?. Sin embargo, el verdadero sentido del bien es el
efecto que produce en la persona humana, no justamente un mero logro y
acumulación.
El progreso económico – abultadas cuentas bancarias,
ostentación grosera de casas principescas, flota de lujosos vehículos, etc. –
¿han sido logrados con esfuerzo honesto, sosegado y limpio, o por el contrario,
están manchados de sangre y sufrimientos de “otros”?
Si es así, ¿de qué progreso se habla?. Por tanto, surge
incontenible la fastidiosa pregunta: El hombre ciberantropo ¿es libre, con
sosiego espiritual, es decir, feliz o, disimula serlo?.
¿Qué del cacareado desarrollo y bienestar si mueren miles
de niños, madres y ancianos por enfermedades prevenibles? ¿Qué de tantos
exiliados económicos en propia tierra?. Por eso, con el desarrollo, éxito y
progreso…. ¿progresa el hombre como persona?
O se lamentará con Cristina Onassis a quien se le atribuye la famosa
frase: ¡Soy tan pobre, que lo único que tengo, es plata!
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