Responsabilidad de ser libres
La tercera parte del Catecismo de la Iglesia
Católica de la primera sección, nos presenta una sabrosa enseñanza sobre la libertad
del hombre y dice así: “Todo hombre ha sido creado racional y libre; por ello
es digno. El hombre es racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre
y dueño de sus actos” (San Ireneo). (cfr. CIC 1730)
Pero ser libre provoca tensión. La tensión radica en “el
tener libertad” y “el ser libre”, porque se tiene libertad y se es libre. Naturalmente, es más
importante la dimensión del ser que
la del tener. La libertad es ante todo,
un modo de ser. Libertad política, religiosa, intelectual, moral, etc.
Estas libertades no son concesiones que nos da una nación, una
constitución o un gobernante; son exigencias que surgen de “mi
ser libre”. Ser libres es estar en proceso de liberación continua. Libertad
“de” y libertad “para”. En este proceso vamos liberándonos de
ataduras (ignorancia, enfermedades, vicios, etc.) que nos impiden, realizarnos
plena y definitivamente.
La libertad no tiene su razón de ser en sí misma. No es un valor
absoluto. Porque si no es para el bien, ¿de qué sirve? Hace falta saber para
qué se es libre; su
finalidad; su sentido. Por ello, el autodominio y disciplina
dan una intensa sensación de libertad.
La paradoja de la libertad. Debemos tener en cuenta que es importante gobernar
nuestros impulsos personales, es decir, una actuación humana libre y consciente
en todos los actos de nuestra vida. La “libertad se conquista”, pues existe
el constante riesgo de perderla. Es aquí donde nos encontramos con la paradoja:
La Libertad, es un regalo, regalo que debe ser permanentemente conquistado, porque:
* El hombre no tiene libertad
para no ser libre.
* El hombre puede paradójicamente, ser al mismo tiempo libre y
esclavo. Esclavo para los demás, pero libre en sí mismo, como por ejemplo, Maximiliano
Kolbe (entre tantos) aunque preso en el campo de concentración de Auszwitch, era espiritualmente libre y hasta ofreció su vida por otro.
* El ser humano tiene libertad (no derecho) para hacer el mal, pero no
tiene libertad para deshacerse de las consecuencias de su mala acción, es decir
de la culpa.
En la sociedad moderna el hombre libre, ¿no se encuentra efectivamente
encadenado en el mundo del trabajo, en la sociedad, en el Estado, en la misma
Iglesia?. Todos sabemos que donde hay grupos humanos, siempre hay competencia y
afán de poder. Alguien querrá destacarse sobre sus semejantes, sea con medios
correctos o no.
Quizá sea oportuno preguntarse ¿me considero
realmente libre? ¿Soy dueño de todos mis actos? ¿Depende mi felicidad de la
consideración de los demás?.
Cada quien obtendrá su
respuesta.
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