¿Para Qué?
En este periodo de protestas y huelgas
de docentes – otra vez - justificadas o no, aflora nuevamente la incapacidad de
resolver, definitivamente el festival de desajustes que provoca tanto lío y
perjuicio, sobre todo a los estudiantes, principales víctimas. Así las cosas, ¿qué
se espera de la educación?.
Al punto cabe reflexionar sobre lo
expresado por Johann H. Pestalozzi, educador suizo: “El fin último de la educación no está en el perfeccionamiento de los
conocimientos escolares, sino en la eficiencia para la vida; no estriba en
hacerse unos hábitos de obediencia ciega y de diligencia en someterse a las
prescripciones, sino en prepararse para un obrar autónomo”
Para ello, el estudiante debe estar en
aula mucho tiempo y además, ha de comprender lo que en clase se dice. ¿Cómo se
logrará este anhelo si hay poco tiempo en aula y de “yapa”, lo poco que se
enseña es de baja calidad?
El docente debe ser muy bien remunerado,
de tal manera que su motivación como tal, no sea “abajada” por cuestiones
económicas. Otro factor esencial es que el educador vuelva a recuperar su
estatus en la consideración social, hoy estereotipada como, de baja ralea.
Ya es hora que Ministerio de Educación
haga bien sus deberes. La Ministra actual denunció – lo sabido desde siempre -
que una cantidad de rubros para docentes se ha usado para pagar a funcionarios
no docentes (¿planilleros, amantes, operadores políticos, compadres, etc.?). Y
qué de niños sin escuelas, ni pupitres que “aprenden” a la sombra de un árbol,
en gran parte del territorio nacional?
No pocos se desgarran sus vestiduras
cuando datos fidedignos apuntan que Paraguay ocupa los primeros lugares en el
rango de ignorancia y mala educación. La tan cacareada reforma educativa ha
fracasado. A ello se suma la dantesca ignorancia de tantos “maestros”,
evidenciada tanto en el hablar como en escribir, lo que motiva la burla de
propios y extraños.
Buenos alumnos significa buenos
maestros. Los paraguayos no nacimos condenados a ocupar “atornillados”
degradantes lugares. Tenemos capacidad para sacudirnos de encima esta gran
miseria llamada ignorancia. ¿Por qué no lo intentamos de una vez por todas?
Propuesta simple: que hagamos lo que debemos
hacer; que hagamos bien lo poco que hacemos; hagamos lo que sabemos hacer, y queramos
lo que hacemos. ¿Es acaso tarea imposible?
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