Asumidas como ¿Virtudes o Perversión?
En sí mismas, las pasiones ni son buenas
ni malas. Solo reciben calificación moral en la medida en que dependen de la
razón y de la voluntad. Las pasiones – afirma S. Tomás - se llaman voluntarias
“o
porque están ordenadas por la voluntad, o porque la voluntad no se opone a ellas” Corresponde y
pertenece al hombre el que las pasiones estén reguladas por la razón. (CIC 1767)
Los sentimientos más profundos no
deciden ni la moralidad (conducta), ni la santidad de las personas. Son
moralmente buenas si están ordenadas al bien, a las buenas acciones, y malas,
en caso contrario. De donde se concluye que emociones y sentimientos pueden ser
vividos en las virtudes, o pervertidos en los vicios.
LA CONCIENCIA MORAL. “En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley
que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena,
cuando es necesario, en los oídos de su corazón. Es la ley inscripta por Dios
en el corazón del hombre, para hacer el bien y evitar el mal”. (Cfr. CIC 1776).
“La educación de la conciencia es una
tarea de toda la vida”. (CIC 1784). “El hombre debe obedecer siempre el juicio
recto de su conciencia. Si obrase deliberadamente contra su conciencia, se
condena a sí mismo”. (CIC 1790).
Pero ¿qué pasa si la conciencia moral
está afectada por la ignorancia?. Formará juicios erróneos sobre hechos
consumados o proyectados.
“Esta ignorancia puede con frecuencia
ser imputada a la responsabilidad personal. Sucede “cuando el hombre no se
ocupa de buscar la verdad el bien, y
poco a poco, por el hábito del pecado, la conciencia se queda casi ciega”. En
estos casos la persona es culpable del mal cometido. (Cfr. CIC 1791)
Si por el contrario, la ignorancia es
“invencible”, o el juicio erróneo sin responsabilidad del sujeto moral, el mal
cometido por la persona no se será moralmente imputado. Pero no deja de ser un
mal, una privación, un desorden. Entonces será preciso trabajar para corregir la
conciencia moral de sus errores. (CIC 1793)
La sana conciencia moral advierte que “hacer”
y “evitar”,
son opuestos. Para hacer el bien positivamente tenemos que hacer algo; esto
supone capacidades y oportunidades que unas veces se dan y otras no; no siempre
estamos en condiciones de hacer determinados bienes; en cambio siempre
y sin contar con nadie, debemos evitar hacer daño a otros.
No es lo mismo: “no hago el mal”, que “dejar de hacer el bien”. Para
dejar de hacer algo que yo estimo que está mal (o que hace daño a otros) no
necesito contar más que con mi propia decisión. El bien que dejo de hacer, puede constituir mayor mal que el mal, que hago. ¡Quien pueda
entender, que lo entienda!
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