miércoles, 11 de septiembre de 2013

SIMONÍA

¿Consecuencia de la Avaricia?


La palabra Simonía deriva de Simón el Mago, quién quiso comprarle a San Pedro el poder para imponer las manos. Simón es un peculiar personaje de los Hechos de los Apóstoles (8, 9-19) que, entre otras cosas, quiso comprarle al Apóstol Pedro su poder para hacer milagros y así, ganar dinero.

Basándose en esta particular etimología, según el derecho canónico, la simonía es la intención deliberada de vender o comprar por un precio temporal un bien espiritual o un bien temporal estrechamente unido a uno espiritual.

Así, son considerados bienes espirituales los sacramentos, la consagración, la bendición, etc. Como precio temporal, no se considera sólo el dinero, sino que también se tienen en cuenta cualquier otra clase de favores y privilegios, como protección o una recomendación. Incluye también cargos eclesiásticos, sacramentos, sacramentales, reliquias y promesas de oración.

En los siglos X y XI la simonía fue un hecho deshonroso y una verdadera lacra para la sociedad medieval… a partir del siglo XVI comienza a ser combatida activamente entre otros por los papas Gregorio VII, Paulo II... consecuentemente, el Concilio de Trento, que se extendió en periodos discontinuos desde 1545 hasta 1563 condenó de una forma unánime y contundente esta práctica.

Es un sacrilegio y atenta contra el Primer Mandamiento (ver Cat. Iglesia Cat. #2118). Simonía es tratar los bienes espirituales como si fuesen propiedad de los hombres. Se equipara lo espiritual a lo material y por ende se comercia con cosas santas.

Siempre en la Iglesia han existido abusos porque los vicios de la carne siempre acechan. Pero también siempre han existido santos que luchan contra ellos. Un ejemplo es San Pedro Damián, entre tantos otros fieles, que anónimamente luchan a brazo partido en contra de este despropósito, tan arraigado en muchos “servidores” con algún cargo.

Es terrible tentación para cualquier humano caer en estas debilidades. El servidor responsable de una organización eclesial tan sublime, como la catequesis y tantos movimientos religiosos, al servicio de Cristo, no están excluidos de la posibilidad de vanagloria. Fácilmente cae en las garras de la soberbia, por no saber administrar una posición.

La simonía se diferencia de los estipendios, humilde ofrenda necesaria para el sustento del clero y de la Iglesia. Cristo dijo: "Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario" (Lucas 10:7).

Quien ocupa algún cargo en el Campo de Dios, sea humilde, entregado a sus hermanos en el servicio,  sea entregado a la oración y a la práctica frecuente de los sacramentos. No sea que ocurra lo que dijo Pedro a Simón, el mago: “Que tu dinero se condene contigo, porque has pensado comprar con dinero lo que es un don de Dios” Hc. 8, 20)


¡El Servidor que pueda entender.. que lo entienda…!

No hay comentarios:

Publicar un comentario