viernes, 13 de septiembre de 2013

IDEOLOGÍA DEL GÉNERO (III)

Sus trampas y mentiras

En algunos contextos sociales o geográficos aún falta trato justo hacia las mujeres: en educación, salud e incluso, en cuanto a la decisión de su propio futuro. Como dice el mismo Juan Pablo II, muchas veces son los elementos culturales que provocan dichas desigualdades, por eso estamos llamados a iluminar desde el evangelio y a superar para el  bien, la convivencia entre varones y mujeres.

“Que este sentimiento se convierta para toda la Iglesia en un compromiso de renovada fidelidad a la inspiración evangélica sobre el tema de la liberación de la mujer, de toda forma de abuso y de dominio, Es el  mensaje perenne, el cual brota del mismo Cristo”. Juan Pablo II “Carta a las Mujeres”, 1995

El camino señalado por el Juan Pablo II nos debe poner en alerta frente a las actitudes de ciertos sectores de poder, que pretenden mediante el engaño, usar estas justas reivindicaciones para atacar a las instituciones más importantes como son: el matrimonio, la familia e incluso a la Iglesia.

Las estadísticas nos dicen que la mayor deserción en la escuela primaria es de las niñas. Muchos padres, lamentablemente, piensas que las niñas no necesitan educarse, o que es preferible que se queden en la casa para realizar las tareas del hogar. El varón tiene mucho más oportunidades para que vaya estudiando y recibiendo una profesión. Para que haya equilibrio entre la mujer y el varón debe haber cambio de mentalidad, que ya se está dando.

Todos tenemos que revisar las actitudes y formas de pensar. Algunas estructuras culturales y mentales muy arraigadas en nuestras sociedades, tienen mucho que ver con las malas situaciones de muchas mujeres. Un proceso de cambio parte por reconocer estas actitudes y buscar nuevos caminos sociales de pensar las relaciones entre hombres y mujeres.

El machismo tan frecuente en nuestro continente, es una de las fuentes del trato de desigualdad del hombre hacia la mujer: la desprecia en la vida social y al mismo tiempo, él no se involucre en la vida familiar, porque considera no es un trabajo acorde a su dignidad. Debemos revertir esta actitud que tanto perjudica a nuestras mujeres.

“Yo diría más bien que las circunstancias están obligando a las mujeres, muchas de ellas a su pesar, a salir a trabajar fuera. Porque muchas veces en el hogar su trabajo se descalifica: no tiene horario fijo de entrada y de salida, no marca tarjeta; no se le paga absolutamente nada; es la última de acostarse y la primera en levantarse: y finalmente su “producto” no se ve de inmediato, recién, cuando se recibe y obtiene el título (los hijos). Esta falta de reconocimiento de la labor de la mujer, provoca que vayan a trabajar fuera del hogar”.


Con este análisis queda totalmente claro que la familia no es el origen de los problemas de la mujer como pretende hacer creer las ideologías, sino más bien, allí donde falta el amor familiar se dan las más grandes injusticias y violencias contra la mujer.

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