Sus trampas y mentiras
En algunos contextos sociales o
geográficos aún falta trato justo hacia las mujeres: en educación,
salud e incluso, en cuanto a la decisión de su propio futuro. Como dice el
mismo Juan Pablo II, muchas veces
son los elementos culturales que provocan dichas desigualdades, por eso estamos
llamados a iluminar desde el evangelio y a superar para el bien, la convivencia entre varones y
mujeres.
“Que este sentimiento se convierta para
toda la Iglesia en un compromiso de renovada fidelidad a la inspiración
evangélica sobre el tema de la liberación de la mujer, de
toda forma de abuso y de dominio, Es el mensaje perenne, el cual brota del
mismo Cristo”. Juan Pablo II “Carta
a las Mujeres”, 1995
El camino señalado por el Juan Pablo II nos
debe poner en alerta frente a las actitudes de ciertos sectores de poder, que
pretenden mediante el engaño, usar estas justas reivindicaciones para atacar a
las instituciones más importantes como son: el matrimonio, la familia e incluso a la Iglesia.
Las estadísticas nos dicen que la mayor
deserción en la escuela primaria es de las niñas. Muchos padres, lamentablemente,
piensas que las niñas no necesitan educarse, o que es preferible que se queden
en la casa para realizar las tareas del hogar. El varón tiene mucho más
oportunidades para que vaya estudiando y recibiendo una profesión. Para que
haya equilibrio entre la mujer y el varón debe haber cambio de mentalidad, que
ya se está dando.
Todos tenemos que revisar las actitudes
y formas de pensar. Algunas estructuras culturales y mentales muy arraigadas en
nuestras sociedades, tienen mucho que ver con las malas situaciones de muchas
mujeres. Un proceso de cambio parte por reconocer estas actitudes y buscar
nuevos caminos sociales de pensar las relaciones entre hombres y mujeres.
El machismo tan frecuente en nuestro continente,
es una de las fuentes del trato de desigualdad del hombre hacia la mujer: la
desprecia en la vida social y al mismo tiempo, él no se involucre en la vida
familiar, porque considera no es un trabajo acorde a su dignidad. Debemos
revertir esta actitud que tanto perjudica a nuestras mujeres.
“Yo diría más bien que las
circunstancias están obligando a las mujeres, muchas de ellas a su pesar, a
salir a trabajar fuera. Porque muchas veces en el hogar su trabajo se
descalifica: no tiene horario fijo de entrada y de salida, no marca tarjeta; no
se le paga absolutamente nada; es la última de acostarse y la primera en
levantarse: y finalmente su “producto” no se ve de inmediato, recién, cuando se
recibe y obtiene el título (los hijos). Esta falta de reconocimiento de la
labor de la mujer, provoca que vayan a trabajar fuera del hogar”.
Con este análisis queda totalmente claro
que la familia no es el origen de los problemas de la mujer como pretende hacer
creer las ideologías, sino más bien, allí
donde falta el amor familiar se dan las más grandes injusticias y violencias
contra la mujer.
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