"La culpa no está en el sentimiento, sino en el consentimiento", afirma Bernardo de Claraval, Teólogo y doctor de la Iglesia.
Consentir es aprobar; dar “visto bueno” para decir o hacer algo. Ej: “necesito el consentimiento de mi jefe para vender”. Quiere decir, consentir algo, es dar permiso para la hacer lo que se quiere.
Un ejemplo que podría suceder en casa: el hijo quiere alcanzar un jarrón que está sobre la mesa. En el intento, el jarrón cae al suelo y se rompe. La criatura se asusta y llora cuando ve la cara de su mamá y le invade un sentimiento de culpa.
La gente de baja autoestima está más sujeta a sentimientos de culpa, porque refuerza su torcida autoimagen, esto provoca tristeza o alegría, dicen los psicólogos.
Desde Adán y Eva, donde se dió el fatal error gastronómico, el hombre carga un sentimiento de culpa. Hay gente que se culpa por todo lo que ocurre. Cargan a cuestas el dolor del mundo. En este caso, la culpa puede convertirse en un problema psicológico...
No se peca por las tentaciones a las que todo ser humano está expuesto. Peca cuando consiente, cuando acepta, es decir, cuando no las rechaza. La tentación es una prueba.
El pecado entró al mundo por la desobediencia de Adán y Eva. Así, el humano heredó el pecado -no la culpa-, sí, las consecuencias de desobedecer a Dios, y el deseo de hacer la propia voluntad.
«Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de
parte de Dios (...); sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es
atraído y seducido.
Por eso, el “sentimiento” en sí mismo no es pecado; pecado es consentir (querer). Así las cosas, hacer el mal o el bien es algo que elijo hacer, entonces, el pecado no se puede consumar sin mi consentimiento. Es un acto de mi libre voluntad.
Nadie peca por obligación. Si a “punta de pistola” me obligan mentir, es que no consiento, no quiero, sin mi voluntad, luego, no peco. Se peca solo cuando se consiente libremente. ¿Cómo será la gente en los últimos tiempos?...San Pablo responde:
“También debes saber que en los últimos tiempos vendrán días difíciles. Los hombres serán egoístas, amantes del dinero, orgullosos y vanidosos. Hablarán en contra de Dios, desobedecerán a sus padres, serán ingratos y no respetarán la religión.
No tendrán cariño ni compasión, serán chismosos, no dominarán sus pasiones, serán crueles y enemigos de todo lo bueno. Serán traidores, atrevidos, estarán llenos de vanidad y buscarán sus propios placeres.
Aparentarán ser muy religiosos, pero con sus actos negarán el poder de la religión” (2 Tim3,1-7).
“Y todo esto, el hombre realiza voluntariamente, no por obligación”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario