lunes, 1 de diciembre de 2014

SER CRISTIANO:

¡SIGNO DE CONTRADICCIÓN!

Juan Pablo II escribió un libro con este título “Signo de contradicción” y en él dice que quizá signo de contradicción es una definición distintiva de Cristo y de su Iglesia. Jesús es signo de contradicción para las personas que lo rechazan obstinadamente. Pero para los que lo aceptan, Jesús es su salvación.

Jesucristo constantemente está hablando en este mismo sentido: Yo soy la vid y vosotros los sarmientos, el que está en Mi y yo unido a él da mucho fruto, porque sin mi nada podéis hacer. El que en mí no estuviere, será echado fuera como mal sarmiento y se secará (Jn, 15). El que no está conmigo está contra mí (Mt. 12,30). Es signo de contradicción porque revela lo que hay en cada corazón.

El Evangelio está marcado por la contradicción, suscita una auténtica sacudida, y contradice nuestras posturas no verdaderas. La bondad suscita contradicción, nos pone contra la pared, ante la verdad. Y hay dos posturas: verlo, abrir los ojos y rendirse a la verdad, o ponerse en contra. Ahí está la división de la que habla Jesús, no he venido a traer la paz (Lc. 12-51).

Signo de contradicción porque se pone frente a frente verdad y mentira, amor y odio, vida y muerte, alegría y tristeza, fariseísmo y autenticidad. El mensaje del cristianismo incomoda porque proclama y afirma grandes hechos y realidades. Signo de contradicción es proclamar la dignidad de todo el hombre, el respeto incondicional a la vida, la fuerza y riqueza de la familia, creer en la verdad, en el bien, en la belleza a la que estamos llamados.

A las mentalidades consumistas, reduccionistas, materialistas, abortistas, hedonistas etc. molesta el Evangelio y no quieren ver que están equivocadas y que la felicidad no se obtiene por ese camino. Claro, hay valores que son signo de contradicción como son la fidelidad, el sacrificio, el desprendimiento, la castidad.

Durante la Presentación de Jesús en el Templo, José y María escucharon unas sorprendentes palabras proféticas del anciano Simeón referidas a Jesús: «Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para signo de contradicción; y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones»  (Lc.2, 34-35).

En este mundo consumista, consumido por el consumo que lo consume, ¿Cómo aceptar, por ejemplo, el agrio mensaje de Jesús en el Sermón del monte: "Dichosos los pobres en espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos; dichosos los tristes, porque Dios los consolará; dichosos los humildes, porque heredarán la tierra; (...) dichosos los perseguidos por hacer la voluntad de Dios (…) dichosos los injuriados y calumniados por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque grande será la recompensa". (Mt, 5, 3-12).


El día en que Jesús pronunció este discurso firmó su propia sentencia de muerte: no puede predicarse algo tan contrario al dogma social de este mundo, sin que éste acabe vengándose. Porque decir las cosas que dijo es el mejor camino para crearse enemigos: la crucifixión no puede estar lejos - dirá Carlos Díaz - de quien se atreve vivir radicalmente su cristianismo. ¿Por qué todos y cada uno no tomamos nota de este compromiso asumido en nuestro Bautismo, y fundamentalmente, aquellos burócratas cristianos que se dicen “representantes” del pueblo? 

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