miércoles, 24 de diciembre de 2014

VENCER AL MAL CON EL BIEN

¡ES  POSIBLE!

No se supera el mal con el mal. En efecto, quien obra así, en vez de vencer al mal, se deja vencer por el mal. No se supera el mal con el mal. En efecto, quien obra así, en vez de vencer al mal, se deja vencer por el mal. Ante el dramático panorama de la violencia ejercida por cualquiera y en cualquier lugar, la única opción realmente constructiva es detestar el mal con horror y adherirse al bien (cf. Rm 12,9).

La paz es un bien que se promueve con el bien: es un bien para las personas, las familias, las Naciones de la tierra y para toda la humanidad; pero es un bien que se ha de custodiar y fomentar mediante iniciativas y obras buenas. Se comprende así la gran verdad de otra máxima de Pablo: « Sin devolver a nadie mal por mal » (Rm 12,17).

El mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo como predestinación fatal e impersonal. El mal pasa por la libertad humana. El mal tiene siempre un rostro y un nombre: el rostro y el nombre de los hombres y mujeres que libremente lo eligen, o bien, no optan por combatirlo.

Personas amigas, compañeros de trabajo, vecinos, parientes cercanos, incluso, reniegan de sus principios básicos de sana convivencia humana, tornándose insoportables al no ver en el “otro” nada bueno. ¿Cómo lidiar con este tipo de gente, desesperantemente tóxicas? ¿Cómo soportar la obstinada repelencia del semejante que sólo ve maldad en todo y en todos, aunque no exista?.....la única opción realmente constructiva – repetimos - es detestar el mal con horror y adherirse al bien.

Ejemplo de lo señalado nos presenta la Sagrada Escritura: Adán y Eva se rebelaron contra Dios y Caín mató a su hermano Abel (cfr. Gn 3-4). Fueron las primeras decisiones equivocadas, a las que siguieron otras innumerables a lo largo de los siglos. ¡Y hoy, la historia se repite una y otra vez!

Basta reflexionar un poco para descubrir que el mal, es simplemente un trágico escaparse de hacer las cosas bien, es decir, rechazar las exigencias de Dios. El bien moral, por el contrario, nace del amor, se manifiesta como amor y se orienta al amor.

Esto es muy claro para el cristiano que no solamente sabe, sino además, entiende que la participación en el Cuerpo místico de Cristo establece una relación particular no sólo con el Señor, sino también con los hermanos. Y comprender eso no es cosa fácil.

En la situación presente – había expresado Juan Pablo II - cualquiera percibe la impresionante proliferación de múltiples manifestaciones sociales y políticas del mal: desde el desorden social a la anarquía y a la guerra, desde la injusticia a la violencia y a la supresión del otro. Para orientar el propio camino frente a la opuesta atracción del bien y del mal, la familia humana necesita urgentemente tener en cuenta el patrimonio común de valores morales recibidos como don de Dios.

Ante tantos dramas como afligen al mundo, los cristianos confiesan con humilde confianza que sólo Dios da al hombre y a los pueblos la posibilidad de superar el mal para alcanzar el bien. Con su muerte y resurrección, Cristo nos ha redimido y rescatado pagando «un precio muy alto» obteniendo la salvación para todos.

Así las cosas, ¿por qué hoy no pedimos al Niño Jesús la gracia de vencer el mal con el bien para lograr la verdadera paz en nuestras familias y en el mundo? ¡FELIZ NAVIDAD

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