viernes, 5 de diciembre de 2014

ADICTOS A LA

ADULACIÓN

Opina León Núñez (29.10.12): “Uno de los riesgos más graves que enfrentan los gobernantes, y lo han enfrentado a lo largo de la historia, es el riesgo de la adulación. Ante gobernantes adictos a la adulación son los aduladores – que generalmente son serviles- los que más influyen en el ejercicio del poder, pues saben cómo penetrar en la inteligencia del gobernante y cómo manipular la voluntad del mismo.

El gobernante aduladicto es un gobernante fácilmente influenciable. Podría decirse que vive a merced de los aduladores, especialmente del más experto, del más hábil, del profesional de la adulación, que es el que mejor mide las debilidades racionales y emocionales del aduladicto. (….)

Lo importante para un político experto en adulación es que el gobernante aduladicto crea que las frases aduladoras responden con precisión matemática a la verdad, que se trata de un simple como obligado reconocimiento a sus geniales dotes de estadista.

No todos los aduladictos son iguales, por lo tanto, el adulador profesional debe conocer cuál es la adulación que puede tragarse un gobernante aduladicto, pues de lo contrario el tiro le podría salir por la culata, tal como sucedió, por ejemplo en España, en el caso de un poderoso cura que cayó en desgracia después que Franco lo mandó a callar casi inmediatamente después de haber comenzado su discurso tratando de explicar las dieciséis razones por las cuales Franco debía ser rey.

Un gobernante aduladicto, cuando no es adulado, se deprime. Esta circunstancia lo hace aduladependiente, lo que lo obligará siempre a buscar con ansiedad a sus cortesanos, a los miembros de su círculo íntimo de aduladores para que lo mantengan en un estado de embriaguez, en un estado de euforia causado por el narcótico de la adulación.

Las personas contratadas –por entes públicos o privados, en general- con capacidad profesional y elevada cultura cívica, gozan de tranquilizadora garantías de estabilidad en el cargo con remuneraciones justas. Luego, no necesitan de ningún equipo de aduladores, eufemísticamente denominados “asesores”. Tampoco son devorados por la maloliente politiquería criolla del “trapismo”, tan arraigada todavía en nuestra fauna guaraní.

Así las cosas, el que pretende gobernar un país pobre como Paraguay, además de conocer correctamente el significado del término gobernar, debe tener conocimiento o nociones generales, de un buen estadista, cuya capacidad intelectual, personalidad, conducta, honestidad y prudencia, deben ser reconocidos por sus conciudadanos, como por los extraños.

En caso contrario, la tan pertinaz sequía de valores que envuelve al país, hará de su gobernante de turno, un vacilante con ciertos chispazos positivos, en vez de planear, organizar, dirigir y controlar con responsabilidad a sus colaboradores, para evitar los desfalcos y otros tantos delitos, y lograr excelente administración, como dicen los expertos.

Yo no sé cómo – culmina León Núñez, y concuerdo plenamente- pero los aduladores deben ser excluidos del círculo del poder, pues solamente así se podrá evitar que vuelvan a ejercer su nefasta influencia sobre la inteligencia y la voluntad de todos aquellos gobernantes que, en el futuro, habrán de dirigir los destinos de este pobre país

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