ADULACIÓN
Opina
León Núñez (29.10.12): “Uno
de los riesgos más graves que enfrentan los gobernantes, y lo han enfrentado a
lo largo de la historia, es el riesgo de la adulación. Ante gobernantes adictos
a la adulación son los aduladores – que generalmente son serviles- los que más
influyen en el ejercicio del poder, pues saben cómo penetrar en la inteligencia
del gobernante y cómo manipular la voluntad del mismo.
El gobernante aduladicto
es un gobernante fácilmente influenciable. Podría decirse que vive a merced de
los aduladores, especialmente del más experto, del más hábil, del profesional
de la adulación, que es el que mejor mide las debilidades racionales y
emocionales del aduladicto. (….)
Lo importante para un político experto en adulación es que el
gobernante aduladicto crea que las frases aduladoras responden con precisión
matemática a la verdad, que se trata de un simple como obligado reconocimiento
a sus geniales dotes de estadista.
No todos los aduladictos son iguales, por lo tanto, el adulador
profesional debe conocer cuál es la adulación que puede tragarse un gobernante
aduladicto, pues de lo contrario el tiro le podría salir por la culata, tal
como sucedió, por ejemplo en España, en el caso de un poderoso cura que cayó en
desgracia después que Franco lo mandó a callar casi inmediatamente después de
haber comenzado su discurso tratando de explicar las dieciséis razones por las
cuales Franco debía ser rey.
Un gobernante aduladicto, cuando no es adulado, se deprime. Esta
circunstancia lo hace aduladependiente, lo que lo obligará siempre a buscar con
ansiedad a sus cortesanos, a los miembros de su círculo íntimo de aduladores
para que lo mantengan en un estado de embriaguez, en un estado de euforia
causado por el narcótico de la adulación.”
Las personas contratadas –por entes públicos
o privados, en general- con capacidad profesional y elevada cultura cívica, gozan
de tranquilizadora garantías de estabilidad en el cargo con remuneraciones
justas. Luego, no necesitan de ningún equipo de aduladores, eufemísticamente
denominados “asesores”. Tampoco son devorados por la maloliente politiquería criolla
del “trapismo”, tan arraigada todavía en nuestra fauna guaraní.
Así las cosas, el que pretende gobernar
un país pobre como Paraguay, además de conocer correctamente el significado del
término gobernar, debe tener conocimiento o nociones generales, de un buen
estadista, cuya capacidad intelectual, personalidad, conducta, honestidad y prudencia,
deben ser reconocidos por sus conciudadanos, como por los extraños.
En caso contrario, la tan pertinaz sequía
de valores que envuelve al país, hará de su gobernante de turno, un vacilante con
ciertos chispazos positivos, en vez de planear, organizar, dirigir y controlar con
responsabilidad a sus colaboradores, para evitar los desfalcos y otros tantos delitos,
y lograr excelente administración, como dicen los expertos.
Yo no
sé cómo – culmina León Núñez, y concuerdo plenamente- pero los aduladores deben ser excluidos del círculo del poder, pues
solamente así se podrá evitar que vuelvan a ejercer su nefasta influencia sobre
la inteligencia y la voluntad de todos aquellos gobernantes que, en el futuro,
habrán de dirigir los destinos de este pobre país.
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