¡Hoy y siempre!
Todos deberíamos estar severamente
comprometidos a cuidar y defender la verdadera Iglesia de Cristo, fundada sobre
los Apóstoles, con Pedro a la cabeza. Como decía el Papa Francisco – cfr. anterior
artículo: “Les dejo un
escrito de Carlo Carretto, con el que tal vez nos hayamos sentido identificados
alguna vez…¡Qué criticable eres, Iglesia!. Sin embargo, ¡cuánto te amo! ¡Cuánto
me has hecho sufrir!.Pero, ¡cuánto te debo!. Quisiera verte demolida; pero
necesito de tu presencia” (…)
Los Obispos son
los encargados de gobernar las diócesis bajo la autoridad del Papa. (CIC nº
1558ss) “Ejercitan potestad propia y son, en verdad, los jefes del pueblo que
gobiernan, habida cuenta que los Obispos son los sucesores de los apóstoles, “pues el que tiene responsabilidades como
dirigente de la Iglesia, está encargado de las cosas de Dios”. (Carta de S.
Pablo a Tito, 1-7).
Recuerdo con
gratitud y cariño las palabras del P. Guillermo Boumans – hace décadas: “Si de
verdad te consideras servidor de Dios en los hermanos, debes hacer con humildad
todo lo que te pidan, siempre y cuando no te manden hacer algo contra los Diez
Mandamientos”
Ciertamente, la Iglesia - pueblo de
Dios, todos los bautizados, jerarquía y laicos - no está exenta de debilidades
y flaquezas, y no pocas veces sus miembros, hemos traicionado la noble misión –
de sacerdote, profeta y rey – que nos ha comprometido el bautismo. Así las
cosas, no pocas veces, en vez de ser luz del mundo y sal de la tierra, hemos
sido, impedimento de la verdad (cfr. Romanos.
1, 18).
¿Por qué no dejamos al Cardenal Santos Abril y
Castelló y al Obispo Luis Tróccoli, enviados del Vaticano, hacer su tarea,
mientras nosotros doblamos rodillas, solicitando en primer lugar, redención de
nuestros pecados individuales y acto seguido, clamar al Padre por el pronto
regreso de la Paz de Cristo en nuestra Diócesis?. Esto es prudencia, no cobardía.
Que haya disparidad de criterios entre la
feligresía católica local, por ignorancia, animadversión, o por el motivo que
fuera, es natural - digo natural, no que deseable. Por tanto, dejemos a los
emisarios de la Santa Sede, echar luz sobre el tema.
“Por disposición del mismo Cristo, la
Iglesia no es una sociedad multitudinaria y amorfa; es un organismo vivo,
estructurado y jerárquico. Distinguimos la Jerarquía eclesial con sus altos
poderes de magisterio, liturgia y regimiento de vida, y por otra parte, está el
Laicado, ese inmenso pueblo de cristianos, sujetos y fieles al Espíritu Santo y
a la conducción apostólica del Papa, los obispos y los presbíteros, al decir
del maestro S. Núñez.
En la celebración Eucarística pedimos
ser inundados por la Paz de Cristo. La madre Angélica nos recuerda que el Señor
nos pide que pidamos perdón y perdonemos, pero jamás nos ha pedido que deseemos
hacerlo (…), porque si esperamos que aparezca en nosotros el instinto
“maternal” de perdonar, esperaremos mucho tiempo.
Somos seguidores de
Cristo, luego no nos queda seguir su ejemplo, porque como dice San Juan Pablo
II, “El mundo de los hombres no puede hacerse cada vez más humano si no
introducimos el perdón, que es esencia del Evangelio, en las relaciones de unos
con otros” Lo maravilloso del perdón no es que liberemos al otro de una culpa, sino
que nos liberamos a nosotros de un resentimiento. (cfr. Jorge Loring “Para Salvarte”
p. 388). ¡Viva nuestra Iglesia, hoy y siempre!
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