martes, 15 de julio de 2014

TESTIMONIO DE UN MÉDICO ENFERMO DE CÁNCER

¡Curiosa Miopía!

«Cuando a un paciente se le informa que tiene cáncer, a menudo, la primera reacción es la incredulidad. Al imaginar la posibilidad de nuestra propia muerte, el cerebro se resiste. Como si la muerte sólo pudiese llegar a los demás… Mientras no estamos enfermos, la vida nos parece infinita, y creemos que siempre habrá tiempo para luchar por ser felices…

Al dejar siempre para mañana lo esencial, corremos el riesgo de que la vida se nos escape sin que la hayamos disfrutado realmente. Es precisamente esta curiosa miopía, estas vacilaciones, lo que a veces el cáncer viene a derribar. Al devolver a la vida su auténtica fragilidad, le da nuevamente su verdadero sentido.

“Algunas semanas después de recibir el diagnóstico de cáncer en el cerebro, tuve el extraño sentimiento de que acababan de quitarme unos lentes oscuros que me impedían ver». ¿Es necesario tener una enfermedad grave para tomar conciencia de lo que es nuestra vida? Algunos lo piensan, pero no debería ser así”.

Deberíamos poder sacar una lección de la experiencia de los demás, por ejemplo de la de este médico. Por encima de todo escuchemos el testimonio de la Biblia; ella dice que nuestra vida es como una neblina (Santiago 4:14), pero que tiene una dimensión eterna. Aunque frágil, es preciosa a los ojos de Dios, pues nos creó a su imagen y desea nuestro bien.

Él nos ama. No esperemos pasar por tiempos de prueba para acercarnos a él; detengámonos hoy a fin de reflexionar y tener un encuentro con Dios, para escuchar a Jesucristo y creer en él.

He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Ciertamente como una sombra es el hombre. Salmo 39:5-6.

Por considerar de utilidad para los amables lectores, transcribo este comentario enviado por  mi apreciada cuñada Norma. Gracias por tantas lecciones de sabrosa  convivencia con Aquel que no puede contenerse por su Poder y Gloria...¡El Señor Jesús!.


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