¡El matrimonio restaura la vista!
En tiempos en que el divorcio crece de
manera acelerada, la frase: el matrimonio es con una y para siempre, resulta incómodo,
madievalesco, por consiguiente,
descartable. La idea de insolubilidad matrimonial, a tantos,
simplemente, repugna.
El Dr. Enrique Rojas, catedrático de
Psiquiatría, en su libro “El amor inteligente”, cuenta el caso de un
matrimonio, con tres hijos a punto de separarse, porque él, excelente
profesional, sólo vivía para su trabajo, y su mujer se sentía abandonada.
El dice que le gusta ser responsable en
su trabajo, aunque reconoce que habla poco; pero considera que para hablar hay
que tener algo que decir, que hablar por hablar es ridículo, entonces, es mejor
estar callado. Pero ella no aguanta esa falta de comunicación. Y él se queja de
que ella está siempre protestando por todo. Luego, la falta de comunicación iba
acabar con ese matrimonio.
En el matrimonio no basta coexistir, hay
que convivir. Y esto no es posible si no hay nada en común. Hay que compartir
gustos, ideas, valores. No basta que los cuerpos estén juntos, si las almas
están separadas. Para la armonía matrimonial es fundamental la comunicación. El
hablar aclara las cosas. El silencio enreda cosas que no debían haber sido problemas.
Ejemplo: Un día, una esposa ve pasar a
su marido en su auto con una joven a su lado. Era una compañera de trabajo, y
la llevaba al médico. Pero su esposa se imagina lo peor. Cuando llega a casa,
con toda naturalidad, y como siempre, besa a su esposa. Ella, con la idea que
tiene, lo recibe displicentemente. El se extraña, pero calla. Ella, también
calla.
Al día siguiente él se acerca a darle el
beso de costumbre, y nota que ella la misma reacción. Al tercer día,
se va directamente a su habitación sin besarla. Ella saca su conclusión: “No
hay duda que se ha metido con otra”. Ya tenemos una tragedia que se hubiera
evitado sin el silencio de los dos.
Escuchar es intentar comprender al otro.
Quien se siente escuchado se siente querido. Escuchar a una persona es
valorarla. Todos necesitamos ser valorados por los demás. También es importante
amar, lo que el otro ama: su familia, su profesión, sus aficiones. Despreciar
estas cosas enfría el afecto y distancia a las personas.
El matrimonio como todas las cosas tiene
su lado negro, y es necesario soportarlo. Son consecuencias de la fragilidad
humana. El sufrimiento en esta vida es inevitable. La felicidad en un
matrimonio no se hunde porque en ocasiones haya disgusto.
Preguntas: ¿Por qué la esposa no aprecia
el trabajo de su marido, su prestigio social, su responsabilidad, su éxito
laboral, etc? ¿Por qué el marido no aprecia la consagración en el trabajo que
diariamente realiza su esposa, con los hijos, más las tareas de la casa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario