EUFEMISMO
¿Trampa o delicadeza lingüística?
Ya lo señalaba aquel colega: “Las palabras mal utilizadas son o pueden ser las primeras victimas de las “inocentes mentiritas piadosas”, porque entre otros motivos, no hay coraje para llamar a las cosas por su nombre”. Esto, casi siempre, para esquivar una realidad desagradable, expresar maliciosamente una opinión o sencillamente, burlarse.
El diccionario Larousse define eufemismo como: “modo de expresar con suavidad o decoro ciertas ideas”. En términos sencillos, aunque carente de decoro, podría ser algo así como: “eres dueña de belleza inquietante”, para evitar decir “eres fea”, pero con cierta dosis de cortesía. Ciertamente se está expresando maliciosa cortesía. Y cuando de burla se trata, muchas veces escuchamos decir con irónica sonrisa: “en realidad te ves biológicamente desarrollada”, sabiéndose, muy subida de peso, la interlocutora.
Hoy, el torrente incontenible de palabrerías – esto es - “palabratitis aguda”, nos sepultan vivos. Así las cosas, políticos, futbolistas, profesores y demás “vacas sagradas de la educación”, adornándose con un “poncho” de intelectualidad, escupen nuevos términos, simplemente para no decir, nada nuevo.
Escuchamos a ciertos “Gerentes del Olimpo Académico”, reprimendas como: ¡No se dice Discapacitado; lo correcto es decir: ¡Con capacidades diferentes!; Se dice ¡hombre de color!, no negro; No está bien decir “aborto”, ahora se dice, ¡interrupción del embarazo!. De seguir con este fantástico vyroreí, en nombre del progresismo, acabaremos diciendo que el ahorcado sufrió fatal “interrupción de su respiración”.
Es inadmisible tilinguería pretender cambiar una realidad con términos ambiguos. Y mayor tilingo aun es quien, cual hipopótamo abre la boca para repetir palabras que desconoce. Pero no todo es malo. Un eufemismo útil, durante la entrega de Certificados, por ejemplo, sonaría así: “Se ruega encarecidamente no expeler gases intestinales”.
Las palabras han de ser pronunciadas con respeto y amablemente, pero sin engaños. Dirá Benedicto XVI: “Hablar para decir lo que los hombres quieren escuchar; hablar para obedecer a la dictadura de las opiniones comunes, se considera como una especie de prostitución de la palabra y del alma (...) No buscar aplausos. Sino la obediencia a la verdad”
Comunicar es, hacer participe al otro de mis experiencias, y a la vez, participar de las experiencias del otro, dice un adagio. Con eufemismos no lo podríamos lograr. De modo que no nos resta sino, hablar claro, sencillo y sinceramente.
Y a usted, amable lector, ¿qué le parece?
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