viernes, 3 de mayo de 2013

ÉTICA MÉDICA (III)

Las impaciencias del paciente

Si Hipócrates tuviera que salir de su tumba hoy, le costaría entender el rol de la moderna  medicina. El principio de, primero no hacer daño, al parecer  hoy ya no es observado como antes. Es que, algunas evoluciones recientes, demandan la atención médica que, sin ser absolutamente malas, tampoco están demostradas como ética o  al menos, legítimas. Señalamos tres ejemplos:

1- La cirugía estética aporta a la medicina cuantiosas sumas de dinero. Pero también, cierta posibilidad de estafas. “Tunear” partes del cuerpo es una demanda en constante aumento. Al parecer el humano posmoderno ya no se contenta con su cuerpo, aun cuando éste, no evidencie “desperfectos”. Y nada digamos de complejas como costosas las cirugías para cambiar de sexo. No está demás decir que muchos han pagado con la vida sus deseos.

2- El dopaje es otra fuente de ingentes ingresos. Atletas y otros deportistas que buscan “rendir” más, obtener mejores “marcas” de lo que normalmente pueden, contribuyen al éxito financiero de laboratorios y gimnasios. Con frecuencia, todo ello se hace con el más absoluto desprecio d la salud. El inocultable deseo de “crear” o “convertirse” en ídolos, es una fuerte motivación. Así muchos productos prohibidos y perjudiciales se pueden conseguir en cualquier parte y a cualquier hora. Este hecho lo puede comprobar en cualquier ciudad con abundantes templos de culto al cuerpo.

3- También la llamada píldora anti-envejecimiento (DHEA), entre otros, pontifica haciendo creer al homo sapiens que ahora tomando “unas gotitas”, ya no se conocerá el rosario de achaques que acompaña al proceso de envejecimiento. (Arruga, flaccidez, canas, etc.)

Al constatar estas prácticas médicas - dice Jean F. Poisson en Bioética – El hombre contra el hombre, p.151 - nos preguntamos si la fealdad, la dificultad en ganar la carrera en 10 segundos, han dejado de ser estados normales – o al menos frecuentes – de los seres humanos para convertirse en problemas sanitarios que hay que atender, o incluso representar verdaderas enfermedades.

Así, junto a la medicina que conserva su vocación de curar o de aliviar dolencias, se desarrolla una medicina de la re-invención del cuerpo humano. A priori y sin pensarlo, cualquiera podría pensar.... ¡No está mal!

La pregunta es conocer con qué legitimidad se pueden realizar estas actividades como “cuidados médicos” o “terapias”. ¿Es una actividad normal de la medicina? ¿Hasta qué punto se puede pedir a la medicina todo lo que el no enfermo desea? ¿Puede la medicina conceder todo lo que el “paciente – no enfermo” desea sólo por razones, estéticas o para ganar una competencia deportiva? ¿Es tarea del médico acceder a todo, solo porque se puede y se quiere? Y finalmente, ¿Cómo se justifica tales acciones desde el punto de vista ético?

No son pocos los casos de “pacientes-no enfermos” han pasado al Valle de Josafat, después de una cirugía estética (no necesaria) sólo por “sentirse” mejor. Cada quien hace de su cuerpo lo que quiere, no porque sea su derecho sino, por abuso de su libertad.


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