¿Son nuestros profesores ejemplos en el
espíritu de servicio? ¿Es coherente, su “decir” con su “hacer”?
¿Cuántos profesores carecen de autoridad moral para inculcar a sus alumnos
normas de conducta en aula?. Un docente impuntual que deifica la llegada
tardía, por considerarla “sólo un mal menor” entre tantos, solo podría ser un
eficaz “informador de contenidos”, así como excelente “deformador”.
Hace rato, asistimos a un acelerado
proceso de deshumanización, materialismo,
relativismo, competitividad y marcado acento individualista. El nuevo “becerro de oro”: histriónico-curriculismo-académico,
que poco habla de lo real, convoca, interpela y exige al docente, como al
estudiante, participar de la “loca carrera” por obtener cartones y más
cartones, que acrediten al “acartonado” poseer vasta
información, aunque no siempre, formación. Es urgente, entonces, redimirnos de
este mal que nos asigna el tristemente célebre deshonor de ser un país
“cartoncrático”
Amar es ayudar, promocionar al otro con
delicadeza, pero con firmeza. Cobardía eterna es proteger el “yo”, ignorando y
callando lo que no está bien, para no caer mal, prefiriendo ser, como dicen algunos
alumnos, un “prosor calidá”
antes que cumplir con su misión. Tal profesor, que a pesar de “caer bien” al alumno y éste le sonría, interiormente lo despreciará por su falta de
hombría y honestidad.
La historia nos recuerda el trágico
resultado que produjo la débil conducta moral de Pilato, quien por proteger
demasiado su “yo”, para no quedar “mal” ante la opinión de los demás,
traicionó la Inocencia personificada, Jesús, dando inicio a la gran mentira que
mató la Verdad. Pilato sabía que Jesús era inocente, pero su cobardía pudo más.
¡Cuántos profesores también matan hoy la “verdad” con su
irresponsabilidad y cobardía!. Los alumnos confiados a nuestra responsabilidad, son
sujetos de amor y de respeto, y debemos “auparlos
sobre nuestros hombros”, para que vean el mejor horizonte, “un horizonte
mejor”, al decir del profesor C. Díaz. Pero hay que educarlos.
Educar no es sólo decir, es despertar
personas. Educar no es instruir solamente, es lograr mutar hábitos. Amistad y
magisterio comparten morada. Nos reclamamos, por ende, educadores-educandos
porque preexiste en cada uno de nosotros, tanto una necesidad de enseñar, como
de ser enseñados. Esto enseña el Personalismo Comunitario de Mounier.
Así las cosas, es posible comprender lo
profundamente perjudicial que resulta para la educación del niño o adolescente,
que el educador, padre o maestro, se guíe sólo por el criterio del gusto y
pensamientos inmaduro de muchos educadores y del permisivismo insano en boga hoy.
En la medida que seamos educados - no solo instruidos-, irán desapareciendo las cárceles.
Nuestra era, tan abundante en aulas,
como deficiente en maestros, ha de aprender a enseñar de otro modo,
sustituyendo el magisterio de la sospecha, por el ministerio de la
magnanimidad, que consiste en servir creyendo lo que se dice”
Asumo con el Dr. Carlos Díaz que, decir
lo que digo, puede colocarme automáticamente en la más incómoda posición de
“retrógrado, antiprogresista y transnochado”. No es necesario ser tan lúcido
para ver y sentir cuan enferma está nuestra “educación”, pero sí, hace
falta coraje para expresar lo que todo el mundo sentimos y sabemos”.
Peor es callar, el costo lo pagarán más caro aún nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, y por ende, nuestra sociedad..
Peor es callar, el costo lo pagarán más caro aún nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, y por ende, nuestra sociedad..
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