lunes, 20 de mayo de 2013

ADMINISTRAR EL TIEMPO...

¡Recurso no renovable...!

Este tiempo posmoderno, pareciera que - como dijo Carlos Díaz – vivimos en un mundo caracterizado por la obsolescencia: todo va tan rápido que lo nuevo hoy, pronto se vuelve obsoleto. ¡Es que el tiempo pasa volando!.

El tiempo se nos escapa de la mano como granitos de arena, y ya no vuelve. Pero el problema no es el tiempo, sino, la pérdida del tiempo. Hoy como antes, una semana constaba de 7 días; 1 hora era igual a 60 minutos y un minuto.... 60 segundos.

El tiempo no ha variado para el que vive en Mónaco o en Ciudad del Este, ni para el ricachón o el indigente. Para todos, el día supone 24 horas. La diferencia está en cómo lo empleo. La “cultura de la postergación” incorporada a nuestro sistema de vida es el problema.

Los inteligentes establecen prioridades. Muchas veces gastamos demasiado tiempo en cosas insignificantes de la vida, en perjuicio de grandes cosas. Al atender el teléfono – por ejemplo- para oír algo no urgente - pero que te hace llegar tarde a un compromiso, es mal negocio. “El teléfono está para servirme y no para entorpecer mi tarea”.

El mal uso del tiempo nos juega una mala pasada al perder el colectivo, llegar tarde a la cita, pagar recargo por mora, etc. La metáfora de “matar el tiempo” debiéramos entender como, “hacer algo” – incluso en horas de recreo (jugar, pensar o leer) - para que el tiempo no nos mate.

Hay personas que despliegan múltiples actividades con éxito, con la  misma cantidad de tiempo que otros, y sin embargo, cosechan escasos resultados. El secreto está en el dominio del tiempo, porque quien “domina el tiempo, domina la vida”, dice un sabio refrán.

Le adjudican a Sir Isaac Pitman este adagio: “Un tiempo bien organizado es la señal más clara de una mente bien organizada”. Una mente bien entrenada comienza estableciendo usar correctamente su tiempo. Una escala de valores en la distribución del tiempo podría ser, en primer lugar, invertir un tiempo con Dios; luego con la familia, sin olvidar el trabajo, y el sano esparcimiento, después.

¿De qué sirve el gastar mucho tiempo en buscar, acumular  riquezas, aplausos, éxitos, si tu vida espiritual, personal, familiar y tu salud enviaste al exilio? Qué bueno sería recordar lo que tan acertadamente escribió San Juan de la Cruz: “A la tarde de la vida te examinarán en el amor”. Aunque parezca una frivolidad,  todos habremos de rendir ese auténtico examen final.     

El tiempo no es un recurso renovable. Ya no se recupera. Por ello, sustituyamos el conocido refrán: “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, por éste: “No dejes para más tarde, lo que puedes hacer ahora


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