¿Es Voz de Dios?
En la Encíclica Veritatis Splendor (Esplendor de
la Verdad), Juan Pablo II explica detenidamente los fundamentos de la moral y entre
otras cosas señala: “no hay libertad
fuera de la verdad”. Si la conciencia es la voz de Dios, entonces ella debe
ser sana.
Hoy más que nunca, “Se ha llegado a exaltar la
libertad hasta el extremo de considerarla como un absoluto, que sería la fuente
de los valores” (...); “se ha atribuido a la conciencia individual las
prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral”, hasta llegar a “una
concepción radicalmente subjetiva del juicio moral” (....). En efecto, a menudo
se pone en duda la libertad exagerando los condicionamientos históricos, sociales,
psicológicos, biológicos (...)
Ciertamente, la
conciencia puede errar (VS nº 62). Pero nunca es aceptable confundir
un error “subjetivo” sobre el bien moral con la verdad “objetiva”. Si el yerro
se debe a ignorancia invencible, el acto malo puede no ser imputable, pero no
deja de ser un mal. La posibilidad de errar muestra la necesidad de formar la
conciencia, de “hacerla objeto de continua conversión a la verdad y al
bien”. Y para juzgar con rectitud no basta conocer la ley de Dios: “es
indispensable una especie de “connaturalidad” entre el hombre y el
verdadero bien”, lo que se consigue mediante la virtud y la gracia.
El bien y el mal tienen valor objetivo, dice el
P. Jorge Loring, y no dependen de las opiniones de los hombres. Hay bienes
relativos y absolutos. Ejemplo, un tipo de comida será buena para unos y no
para otros. Pero hay bienes absolutos que son para todos: la
verdad, la justicia, la paz, el respeto, etc.
Por eso es inaceptable que se haga de la
propia debilidad, criterio de la verdad para justificarse uno mismo. (nº 104).
La conciencia no es una fuente autónoma para decidir lo que es bueno o malo (nº
60). Es, por consiguiente, dolorosamente obvio que una conciencia “averiada” nunca podrá juzgar
rectamente, luego, en este caso, la conciencia NO es la voz de Dios.
La persona con conciencia sana acepta la
verdad que se traduce en hechos, no en palabras. Además, cree que la libertad
debe someterse a la verdad (nº34); que no hay libertad fuera de la verdad (nº
96); y que la libertad no es un valor absoluto (nº 32).
Estas enseñanzas de la Encíclica, “Esplendor
de la Verdad”, son necesarias y urgentes aplicarlas a nuestras vidas y tareas
en todos los órdenes y niveles sociales, naturalmente, iniciándose en
la familia.
Todos decimos anhelar una comunidad, una sociedad,
un país mejor. Pero, sabemos también que, nada de esos anhelos se lograrán, sin mejores
hombres, entendiendo por mejores, no solo la calificada instrucción que hoy cultúa y alimenta lo
académico en detrimento de los principios éticos. Así las cosas, podríamos contestar esta pregunta: la conciencia...hoy,
¿es la voz de Dios?
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