viernes, 27 de noviembre de 2020

QUIERO ASISTIR

 Al “funeral” de mi Soberbia

Soberbia es un pecado capital que causa desgracia al humano. Pero, se la puede vencer. 

Es una actitud del corazón. El calor no se ve, pero se ven sus efectos. Soberbia es creerme superior... y  desprecio a los demás. “La soberbia me envenena y aunque procuro combatirla…¡domina mi vida!” ¿Qué hacer? 

Es útil saber que todos nacemos hambrientos, necesitados y con tendencias al mal, como consecuencia del fatal “error gastronómico” ocurrido en el paraíso con Adán y Eva. 

Dice Gaspar Astete: 3 grandes enemigos tiene el Alma: Mundo, Demonio y Carne. La Biblia dice no amar al mundo, no satisfacer los deseos de la carne y luchar contra el demonio; van contra Dios. 

El Mundo: No valora a Dios. El "mundo" vive pensando en poseer cosas, resta importancia a Dios y a sus leyes. El mundo dice, los “letraditos” son felices porque se hicieron ricos, famosos, buscadores de placeres. Esto es soberbia. 

En cambio, Cristo, sabiduría eterna, dijo todo lo contrario: “Felices los pobres, los perseguidos, los que sufren, los que lloran”. (Mat, 5,3-11). 

El estilo de vida, de costumbres, modas o ideas sin moral, dice: “Dios no existe”. Importa solo lo que gusta al cuerpo, la avaricia, el orgullo, viviendo de espaldas, al prójimo y a Dios. Esto es soberbia. 

El Demonio: Ángel soberbio. Acosa, acusa, tienta, engaña y miente. Trabaja con sus aliados, el mundo y la carne, para hacer caer al humano. ¿Cómo vencerlo? Solo con oración, fe y humildad. Siendo él tan soberbio, huye de los humildes. 

La Carne: La vencemos al rechazar tentaciones malas. No es pecado tener tentaciones, sino, consentirlas. Dios permite para darnos ocasión de aumentar premios para el cielo, por luchar contra los males y demostrarle que amamos a Dios, antes que nada. 

Dios colocó placer en las cosas para el disfrute de los humanos, como comer para no morir de hambre, dormir para que el cuerpo descanse, y para procrear. El placer es un estímulo, no el fin. 

Decía San Agustín “yo no le tengo tanto miedo al demonio, al mundo, le tengo más miedo, a  nuestro peor enemigo: nuestra propia Carne”. 

Tener pasiones y deseos de carne, significa que todo nuestro ser está lleno de mi interés, mi voluntad infectada de soberbia. ¡Nadie más que yo, con síndrome de diocesillo! 

Luego, hago y digo lo que quiero, humillando, acosando y mintiendo. Alguien así no vive con bondad, aunque haga cosas “buenas”: Íntimamente, solo hace por interés propio. 

“La humildad es virtud derivada de la templanza, por ella el hombre modera su apetito desordenado, de la propia excelencia, porque recibe luces para entender su miseria...con relación a Dios. (Sto Tomás) 

¡Cuesta tanto desligarme de mi voluntad, de mis puntos de vista, de mi chente sé! Por eso quiero asistir al funeral de mi soberbia y enterrarla a muchos metros bajo la tierra. Ruego a Dios me conceda ser humilde. Él concede a los que piden confiadamente. ¡Amén!

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