martes, 24 de noviembre de 2020

¡NO MALDECIR!

               
El hombre bueno dice cosas buenas… el bien está en su corazón. El malo, cosas malas; el mal está en su corazón. De la abundancia del corazón habla su boca. (Lc. 6, 45)

Un lenguaje hediondo no es de cristianos. Quizá dicen palabrotas por ignorar términos adecuados para expresarse y por eso maldicen para causar impacto. ¿Por qué?

Son esclavos del hostil hablar, porque no se dan cuenta de que ser grosero es inútil. Otros apelan al lenguaje de bajo arrieraje, cachiai” para “liberarse” de sus fracasos. En general, son prepotentes por ignorantes.

Dicen que la prepotencia es actitud propia de quien se siente inferior. Es producto de algún trauma escondido. No hay prepotente que sea calificado sabio, culto o decente.

Por eso, se ubica entre los acomplejados. Ignorancia y prepotencia son muletas de quien se siente superior cuando cree que es cuestionado o disminuido. Es como un mecanismo de defensa ante cualquier “amenaza”.

Cuando ponemos freno en la boca a los caballos, controlamos todo su cuerpo. También grandes trasatlánticos en medio vientos fuertes, los pilotos, con un pequeño timón, los guían por donde quieren. 

Lo mismo pasa con la lengua; parte pequeña del cuerpo, pero capaz de grandes cosas. ¡Grande bosques se queman por causa de un pequeño  fuego! Y ¡la lengua es peligroso fuego!.

Este mundo “progre” de tanta maldad contamina a toda la persona. Está encendida por las fuerzas demoníacas. El hombre hoy domina toda clase de fieras, serpientes y animales del mar…pero no puede dominar la lengua. Es un mal venenoso, mortal.

Con la lengua, bendecimos a Dios y también maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen. De una misma boca salen bendiciones y maldiciones.

Todos cometemos errores; pero si alguien domina lengua, podrá controlar su cuerpo.

Hermanos míos, no haya entre ustedes tantos maestros, pues ya saben que quienes enseñamos seremos juzgados con más severidad”. 

Hermanos míos, esto no debe ser así. De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y amarga. Así como una higuera no puede dar aceitunas ni una vid dar higos, tampoco, puede dar agua dulce un manantial de agua salada” (Stg 3:1-13)

Si llego a comprender que ya no debo “escupir” malas palabras es que, poco a poco estoy dejando de ser “gorila” con pantalones, es decir, me estoy sanando interiormente.

Tal vez la antipatía (kangueró) sea fruto ligado a algún trauma. Muchas veces este talante se origina en la niñez, por escasez de dinero en la familia (sogué), trabas para aprender en la escuela (akané), abusos, etc. Se explica, no se justifica.

La buena gente produce buenas acciones nacidas de un buen corazón, y la gente mala produce acciones malas, nacidas del corazón malvado. Por eso, cualquier cosa que esté en el corazón indica, determina lo que decimos”. 

Sólo Dios sana corazón y mente. Las palabras son pensamientos verbales. Practicando disciplina mental, sanamos negros pensamientos. 

Así diremos solo palabras de vida a los demás, porque: de la abundancia del corazón habla la boca” 

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