¿MODELO DE VIDA?
Se asume que quien declara ser cristiano es seguidor
de Cristo. Por el bautismo ha aceptado vivir como sacerdote, profeta y rey. Se sigue,
entonces que, los matrimonios cristianos tenemos el compromiso de vivir seriamente
nuestra vida de fe, en casa, en el templo, en la cancha, en el vecindario…
viviendo con coherencia la fe que profesamos.
Tarea ineludible de padres y padrinos es convertir
nuestros hogares en una verdadera Iglesia Doméstica. Los padres somos los
primeros responsables de la educación de nuestros hijos, en valores y virtudes
humanas y cristianas: “explicamos lo que sabemos, pero, enseñamos lo que somos”.
Educar a los hijos es tarea justa,
urgente y necesaria.
El hogar cristiano requiere el aprendizaje de la
abnegación, de un sano juicio y del dominio de sí, condiciones imprescindibles
para una libertad verdadera. Los padres hemos de enseñar a nuestros hijos a
subordinar sus "gustos y modas": no todo lo que es lícito o agradable es moralmente bueno.
Curiosamente, en este mundo tan
progresista, cada vez ignoramos más cómo convivir de manera civilizada. Hoy ya
no se respetar a los vecinos en cuestiones tan sencillas como no tirar la
basura en la calle o no hacer escándalos con la música a todo volumen, entre otras actitudes reprochables.
¿Por qué siendo papá y mamá "responsable" cuesta inculcar a los hijos el hábito de no tirar basura en la calle; envolturas
de golosinas, envoltorios de las galletas y un sinfín de bolsitas de plásticos,
forman parte del paisaje de nuestras calles y lo peor, ¡ña ñebotavy!?
Una buena manera de respetar y ser
respetado es evitar los ruidos excesivos tan comunes en nuestra postrada
sociedad. Moderando el volumen del equipo de sonido se logrará una sana
convivencia y adecuada comunicación con la comunidad cercana. Es necesario
preguntarse: El molesto
vecino ruidoso... ¿Acaso soy yo?. Un amargo adagio reza:“La
satisfacción de un imbécil no debe sustentarse en el sufrimiento de personas decentes”.
Recuerda que el perro -querida mascota- ha de estar en casa y bien cuidado. No abandonado en las calles, molestando a
medio mundo. Eso es sinónimo de ignorancia o prepotencia, cuando no, ambas
cosas.
Si los hijos nos ven respetar el
entorno en el que vivimos y a la gente que nos rodea en el barrio, brindamos
valiosa educación, necesaria para la sana convivencia actual y las futuras
generaciones.
En la familia, como escuela de
valores y virtudes morales, debemos fomentar el amor, entrega generosa y desinteresada a los demás, fortaleza, reconciliación, templanza, solidaridad, respeto, es decir, los buenos hábitos
y costumbres que hacen al orden y a la paz en la sociedad.
Además la responsabilidad y sobre todo, tener un
corazón agradecido a Dios por el don de la vida y por todas las gracias que de
Él recibimos. Para una adecuada educación en libertad, los padres debemos enseñar
con el ejemplo: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros
mismos”.
El hombre de hoy - en general - está deprimido y se encarama a cualquier espejismo (fútbol, moda, cualquier otro vyroreí) para reforzar su baja autoestima. En contrapartida, los padres responsables
transmitamos valores
temporales y divinos a nuestros hijos, mediante la coherencia de vida, oración
diaria y participación de la misa dominical.
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