miércoles, 6 de julio de 2016

EL IRREDIMIBLE “MBARETÉ-POKARÉ”...

¡NUESTRO DE CADA DÍA!


Luego de más de dos décadas de “vida democrática”, un importante número de compatriotas, todavía no ha podido alcanzar un desarrollo humano y social que nos haga vivir días de respeto al semejante. Por desgracia, aun existen individuos que, incluso, se jactan de malos hábitos del mbareté-pokaré.

Y nada digamos del funcionario público que ostenta algún carguito de autoridad. Es una de las causas de desconfianza del ciudadano en la gestión del Estado. Es verdad – lamentablemente - que quien ostenta algún puesto se cree "el supremo" con derecho de menospreciar a los demás. Así las cosas, el servidor público, ignorante de sus funciones, se pone por encima de la ley.

Un caso frecuente y común – entre tantos – es el caso del fiscal de Limpio, Benjamín Maricevich, procurando evitar una inspección, en una barrera de Control de la Patrulla Caminera, actuó con prepotencia e incluso se jactó de haber coimeado en varias oportunidades a otros agentes de tránsito.

Directivos y funcionarios de todos los niveles que son afectados por una cultura institucional caracterizada, además del mbareté-pokaré – prepotencia y apego a la ilegalidad – el vaivai -trabajos sin calidad-, el ñembotavy – falta de compromiso- el aichijáranga -autocompasión y baja autoestima.

Evidentemente, en la gestión pública, no están alineadas la ética, la cultura institucional y la ley. Prueba irrefutable de ese divorcio, es que se siguen cometiendo delitos contra la administración pública y, además, la ciudadanía percibe que la gestión de los funcionarios y directivos del sector público es INEFICIENTE.  (cfr. Abc 19.02.12).

Este tipo de ejemplar, se torna muy pronto narcisista, que precisa considerarse en un plano superior a los otros, porque se ha desvinculado afectivamente de todo y de todos. No se contenta con su visión autosuficiente y superior de sí mismo, sino que se desenvuelve en la vida auto-asignándose importancia especial.

Por ejemplo, no se encontrará cómodo en un transporte público o utilizando el baño público, porque merece siempre lo mejor “ya que es un individuo de un nivel superior a los demás”.

Aunque ignorante, tendrá, granjas, casas, zapatos, relojes o coches de marca, de los más caros que haya, porque son los apropiados para alguien de su estatus. Sus palabras sonarán pedantes.

Hablará una y otra vez de sí mismo, de su vida, logros y su visión de las cosas, como si fuera lo único interesante en el mundo y como si los demás deseáramos conocer las cualidades de su persona y nada más.

Son personas que tienden a la explotación interpersonal, es decir, saca provecho de los demás para lograr sus propios objetivos, porque carece de empatía, es decir, es incapaz de reconocer o identificarse con los sentimientos y las necesidades de otras personas. A menudo tiene envidia de los demás o cree que los demás le tienen envidia y presenta actitudes o conductas arrogantes o soberbias.

Estos personajes deben aprender que, como subraya González Vicén: "El poder no es un instrumento técnico de dominación, es decir, que el poder no es algo que se encuentra detrás del derecho, sino algo que funciona a través del derecho".

Es necesario desperezarnos de nuestra beata somnolencia para poder vivir en real democracia. Ciertamente, como apuntaba Secundino Núñez, para ello es necesario mucho entrenamiento cívico, para mejorar nuestra rotosa andadura ciudadana.

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