Y ….UN
¡PROBLEMITA!
Una comunidad familiar alegre, tranquila sin mayores sobresaltos, “ensamblada” en la perenne costumbre del “ñandé ko upeichante voi”, conformada por la pareja karaí don Poco Caso y doña Últimahora, de cuyo amor nació la hijita Maríaproblema. (Es una metáfora)
“El
paraguayo de modelo tradicional —léase aquel que imita lo peor de sus
antepasados— es un enamorado de resolver las cosas a última hora. Si cuenta con
un mes para solucionar un problema, lo recordará en el día vigésimo séptimo. En
la siguiente jornada pensará en alguna estrategia para enfrentar la situación y
en el día 29 moverá cielo, tierra, mar e infierno para salir a flote.
Lo
del 30 siempre puede pasar al 10 del mes siguiente y el lunes puede mutar en
jueves. En materia de postergaciones, siempre se puede negociar. Por eso, en la
cultura paraguaya media, no es extraño que los muchachos se hayan desesperado -supuestamente,
porque el paraguayo simula desesperarse, pero raras veces se desespera de
verdad- con el fin del plazo para conseguir chapas definitivas y cédula verde,
iniciándose hoy el control de documentos en la vía pública”, dirá el
periodista Mario R. Álvarez.
Una consecuencia de
esta “irredimible cultura de la postergación” es que afecta no solo la vida de
los padres “py tyryrý”, sino también la quienes le rodean, constituyendo un
“excelente” mal ejemplo para sus hijos. Sabemos que los malos ejemplos
aprendemos sin mayores esfuerzos.
La Real Academia
Española (RAE) define procrastinación
como aplazar, diferir o posponer. Su principal acepción es la acción
y el efecto de procrastinar. Es decir, el hábito o costumbres que poseen
ciertas personas de dejar “para más tarde” actividades y situaciones que deben
ser atendidas, pero reemplazan por otras menos importantes pero más agradables.
Este hábito puede
originarse debido a la problemática de la organización y autorregulación del
tiempo de las personas; así que esta costumbre de
procrastinar o posponer una decisión puede tomarse como una conducta evasiva.
Este “síndrome de
la tardanza” afecta a distintos tipos de personas:
estudiante que muchas veces aplazan estudiar para sus exámenes y hacer las
tareas; al ejecutivo que aplaza una y otra vez una determinada reunión por
pereza u otros motivos; al profesional (zapatero, mecánico. contador,
electricista, técnico, chapista, etc.) que falla en su promesa de entregar tal
día su trabajo, aduciendo – generalmente – una irresponsable explicación. Nunca
una justificación.
Los estudiosos hablan de esta anomalía
hablan de un trastorno del comportamiento que tiene su raíz en la asociación de
la acción a realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad. Éste puede ser
psicológico, físico o intelectual.
El término se aplica comúnmente al
sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente sin tener una fuerza de
voluntad para concluirla. El acto que se pospone puede ser percibido como
desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir,
estresante, por lo cual se autojustifica posponerlo a un futuro sine die,
en que lo importante es supeditado a lo urgente.
Pero, más allá de explicaciones
e intento de justificar lo injustificable, dejar de honrar los compromisos libremente
asumidos, es un acto de irresponsabilidad. El irresponsable con frecuencia es víctima de la
procrastinación, porque simplemente no le da debida importancia a sus compromisos.
Pero el irredimible letradito intentará salir
airoso del apuro diciendo: “No se preocupe patrón…aquí está la solución ñande
estiloitepe”. Vai vai, suerte renonderá hina, a lo Paraguay, peichapéichante… ja
ovalé tereíma... así loo ko somo nohotro ¿ajepa patrón?.
La gente que insiste en su conducta
irresponsable va cerrando sus puertas y limitando sus posibilidades de desarrollo personal. El mal hábito
de dejar todo para
último momento. Es difícil alcanzar el éxito y cumplir grandes
sueños cuando se “comparte morada” con la procrastinación. Cualquier
parecido con algunos….será pura coincidencia.
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