SEÑORA…
¿Alguna
vez te decepcionaste tanto queriendo que la Tierra se abra y te trague por el
error que cometiste? Eso fue lo que sentí esta mañana cuando mal estacioné mi
motocicleta frente a un local comercial, impidiendo a una señora aparcar. La afectada
montó en cólera, con toda razón. Y pública y humildemente pedí disculpas.
¿Cuántas
veces, cometemos errores sin intención, aunque tales errores no sean graves. En
estos momentos pensamos... ¡metí la pata!. Todos cometemos errores, pero a
pesar de la vergüenza que sentimos, no debemos huir de la responsabilidad, ni
ponernos agresivos. La única vía es tratar de reparar el daño de la forma más
digna posible. Muchas personas creen que reconocer un error es señal de
debilidad y que por lo mismo, representa pérdida del respeto. ¡Nada más lejos
de la realidad!
Todo lo
contrario, al reconocer el error, nos ganamos el respeto y la estima del semejante,
más aún si advierten que ponemos voluntad para no repetirlo. Asumir nuestros
errores nos da la posibilidad de corregirlos y al mismo tiempo nos permite
crecer y madurar internamente. Tenemos dos posibilidades de aprender y crecer.
Podemos convertirlos en una experiencia positiva, como por ejemplo:
Asumir el
problema. No actúes como si nada hubiera pasado, tampoco te disculpes en voz
baja y sin mirar a los ojos de la persona para luego salir corriendo, llamando
al diablo. A veces se necesita algo más que un simple ¡perdón! para arreglar las
cosas, es necesario abordar sobre el incidente con las personas afectadas, para
minimizar el problema, si la misma es accesible a tal intención.
Debemos,
con sincera humildad, explicar en forma amigable el motivo de tu error,
entonces, la persona afectada se sentirá más tranquila al escucharte. En ningún
caso reaccionar emocionalmente, al contrario, puedes preguntar, dependiendo del
caso: ¿Cómo puedo corregirlo? ¿Qué puedo hacer para que te sientas bien?
Dado
estos pasos, no te quedes con la culpa. Después de pedir disculpa a las
personas involucradas, debemos perdonarnos a nosotros mismos (así me indicó la
ofuscada señora del episodio), por habernos equivocado de esa manera. Perdónate
y luego te dices con firmeza: ¡no volveré a hacerlo!.
Explica, No justifica: Aprendimos
con el maestro Secundino Núñez sobre el Ehos y Talante: “El Ethos, carácter o personalidad moral,
va siendo definido a través de cada uno de los actos humanos. La dimensión ética de la persona se constituye y se
expresa mediante su ethos (costumbres y modo de ser… que va acaeciendo, va sucediendo
poco a poco…)
“El Pathos
o talante es nuestro modo de encontrarnos bien, mal, tristes, confiados
y seguros, temerosos, desesperados, etc. En la realidad... el Pathos no depende
de nosotros, al revés, somos nosotros quienes nos encontramos con él y en él. Por
eso ha podido hablar Heidegger de la Geworfenheit (arrojado). Hemos sido puestos
en el mundo, “arrojados” en él o, mejor, enviados a él, con una esperanza o una
angustia radical, fondo permanente, que sale poco a superficie, de los
cambiantes estados de ánimo, sentimientos y pasiones"
El talante no se define por emociones pasajeras, ni por hábitos
adquiridos, es algo profundo. El talante, sin embargo, no puede ser entendido
como la primordial manera de estar
en la realidad. El Pathos se asienta sobre una realidad más
biológica, lo que biológicamente aparece como vital o, si se quiere,
temperamento…
“Pathos o talante es el modo de enfrentarse, por naturaleza, con la
realidad... El carácter no puede prescindir del talante. La vida ética de la
persona se realiza desde la condición de su talante. Cada hombre tiene un
talante fundamental, aunque sobre él existan muchos modos y variaciones. La
vida moral tiene que contar con esa realidad para construir sobre ella la
figura de la ética.
Algunos hombres encontrarán en ese (talante) su mejor colaborador...” para otros, en cambio, la tarea ética consistirá en luchar, a la largo de su vida, con el mal talante que les ha sido dado. Pero también estos últimos, para luchar contra el talante, tendrán, en cierto modo, que adaptarse a él. Por ello, muchas veces, un acto humano puede legalmente ser penado, pero moralmente inimputable. Luego, ¡perdón señora, perdón!..
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