sábado, 25 de junio de 2016

RELOJ BIOMÉTRICO “¡VIOLADO!”

¿POKARÉ y PANILLERISMO  FOREVER?


Se lee, escucha y comenta que en el Congreso constatan manipulación de relojes biométricos. El senador Eduardo Petta comentó los entretelones y las medidas que se fueron tomando a partir de la implementación de los aparatos con los que se pretendía controlar la asistencia. Refirió que en el 2014 era un secreto a voces que había una gran cantidad de funcionarios que no iba a trabajar, que supuestamente estaban comisionados a otras instituciones y solamente aparecían para cobrar sus salarios.

En la era de la tecnología y especialización, ya no tiene cabidas secretos, sigilos ni seguridad. Perece que la trampa astuta y perversa tiene vía libre sin frenos ni barreras en nuestra dolorida patria. Así las cosas, ¿qué mecanismo de control garantiza o justifica su existencia? ¿Acaso hemos sido despojados de principios y valores como honestidad, puntualidad, veracidad…?

Ante repetitivos hechos de bajezas, falsedad y engaños, el famosísimo Uri Geller, ilusionista israelí, conocido por sus habilidades paranormales como telequinesis, telepatía…podíamos ver cómo doblaba objetos metálicos y paraba relojes, o hacía funcionar más rápido, etc., se ruborizaría de vergüenza por ser “derrotado en sus habilidades” por tantos funcionarios públicos de nuestra fauna guaraní.

 Con harta frecuencia la ciudadanía manifiesta su enojo por hechos de corrupción aquí y allá, por izquierda y por derecha, cuando un funcionario público que se aprovecha de su cargo y produce un perjuicio patrimonial a la institución estatal a la que pertenece, no recibe ninguna ejemplar sanción.

¿Qué significa una a imputación fiscal por el hecho punible de lesión de confianza para tantos funcionarios en el ejercicio del cargo? ¿Cuántos representantes del pueblo imputados siguen atornillados a su silla como si nada? ¿No debería avergonzarnos tanta impunidad, o es que sencillamente nos conformaremos con la miserable costumbre de cacarear: así nomá loo ko somo?

No es un deseo obstinado de descalificar a todos los funcionarios públicos sino de castigar a aquellos que delinquen. La crisis moral no solo existe en la función pública sino también en distintos ámbitos de la función privada. Todos, alguna vez, deben ser penados cuando pisotean la ley. De lo contrario, continuaremos tan hipócritas al calificarnos de ciudadanos libres. En las actuales condiciones, No lo somos.

El cambio es difícil si se espera tal milagro de los de “arriba”. Cada gobierno entrante, además de culpar al anterior, cae en los mismos vicios que condena: Nos prometen democracia mientras más nos hunden en la desgracia. El ansiado cambio no se construye con estadísticas, números macroeconómicos y discursos histriónicos. Hay que poner manos, pecho y patriotismo para hacer más y hablar menos.

Con palabras sencillas: gobernantes y gobernados, desde hace mucho tiempo, sufrimos acelerado proceso de anemia generalizada. Por consiguiente, es justo, necesario y urgente  recuperar la salud moral, comenzando esta ardua tarea por las familias fracturadas, combatiendo la delincuencia juvenil, el desplome y desprestigio de nuestro ser como persona. Este desafío nos incumbe a todos.

El desapego al cumplimiento de las normas por quienes deben cumplir y hacerlas cumplir es una tarea pendiente. Paralelamente, hay que corregir las leyes mal elaboradas con tanta torpeza (ley vyroreí) que se promulgan hoy, para en seguida derogarlas, porque ndajé  no había sido estudiado “conveniente” y no favorecen al bien común.

Esta y otras perlas de nuestro irredimible “acervo cultural” es el “resultado de la incapacidad administrativa, moralidad rotosa henchida de ambición y de codicia, gobierno destinado y disoluto y un pobre país a la deriva”, dirá el querido maestro Secundino Núñez en Sociedad y Política p. 79). 

La derrota no es el destino final para un país como el nuestro. Podemos y debemos levantarnos de esta larga postración, porque la fe cristiana y madura no puede arrugarse ni quedar muda ante tanta osadía maligna. Salgamos pues, de este fango de deshonestidad y mentira Ya



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