¿Y DE QUIÉN ES LA CULPA?
En mis seis décadas de existencia he
oído a muchas personas quejase de “no ser queridas”. ¿Dónde radica el problema…
en los otros…en uno mismo?. Se habla que existe la “Ley de Reciprocidad o ley
de la Vida”. Es decir, uno es amado y correspondido, en la misma proporción que
corresponde y ama.
No poseo habilidades para ayudar a quien
esté en esta terrible situación…pero me surge esta reflexión: “Si eres de los que dicen que nadie te quiere, y que le caes “mal” a todos,
quizá sea pertinente considerar que el problema no está en los otros…y sí en uno mismo.
Así las cosas,
tal vez obtengas alguna respuesta si te preguntas: ¿soy una persona agradable?;
¿a nadie siquiera saludo?; ¿tengo reales motivos para vivir con actitudes despreciables
y amargado rostro?; ¿me ocupo en agradar al semejante?; ¿me considero superior
a los demás? ; ¿agradezco los favores recibidos, o es que creo que todos deben
rendirme pleitesía?
Un recordado profesor decía que este
tipo de gente solo tenía dos caminos a seguir: (a) autoevaluarse, es decir, realizar una auditoría moral de su yo, o (b), cerrarse obstinadamente en su posición y pelear con todo el
mundo, para luego con aromas de víctima exclamar: “nadie me
entiende; son incapaces de entender mi realidad”;
“son
insensibles a mi sufrimiento”….
Si crees que
nadie te quiere, es momento de preguntarte humildemente qué tienes que mejorar,
porque es imposible que el problema sea siempre “los demás”… será increíble que
vos no puedas darte cuenta de que tus actitudes crean barreras y problemas de
relacionamiento.
Una cosa es ser personas
auténticas, otra muy distinta es ser
arrogante, cargada de actitudes de
antipatía, por ser alguien incapaz de decir cosas como: “discúlpame, me
equivoqué; buenos días; qué bien quedó tu trabajo; me agrada trabajar contigo;
he aprendido mucho de vos, aunque no me agradas; valoro lo que haces por mí”, etc.
Todo esto podría sumar en positivo.
Entonces, no
siempre será necesario acudir a un psicólogo. La autoestima comienza
por hacernos responsables de nuestros sentimientos, pensamientos y actitudes. No
es honesto volcar mi responsabilidad
en los demás, porque, a priori, no la tienen y además, no resolverá mi insatisfacción con la vida.
¿Cómo podemos pedir
aceptación y cariño de los demás, cuando nosotros mismos no somos capaces de
ser autocompasivos, si vivimos diciendo que todos los demás son malos, o cuando
me alejo de todos? ¿Debo esperar ayuda y compasión de quienes todo el tiempo
desprecié?
Antes que nada debo querer ser buena
persona. Ser buena persona significa guiarse por un principio de empatía y
honesta preocupación por uno mismo y por
los demás, porque en ello se encuentra íntima satisfacción, independientemente
de si se obtiene algún beneficio material de ello. Entonces surge la pregunta: ¿Me esfuerzo por una versión mejorada de mí mismo o sigo siendo la misma
persona tóxica y problemática para quienes me rodean?
Depende de cada
uno construir a esa persona desagradable que nadie quiere, luego, somos resultado de nuestro sistema operativo, es
decir, cada uno somos responsables de nuestra propia vida. Culpar a otros de mi desgracia, es deshonestidad y
cobardía. Hermano/a,
antes de disparar tu desgracia condenando a los demás, empieza por reflexionar
sobre qué haces y quién eres en realidad.
No basta decir que eres buena persona,
hace falta demostrar con hechos y vivencias que realmente no eres un muñeco de
cartón o un paria social, aunque tengas techo, comida y ropa.
Todos nacemos inteligentes, libres y con
voluntad: no hace falta ser “gerente general del universo” para
hacerte querer, pero si te escondes en tu enfermizo mundo ególatra, entonces,
más vale que enciendas una velita a san Pikicho…
La desesperación del paria por opción se
huele, se palpa y repele. Tenés que saber, como dice el dicho rioplatense que, el
“peor es nada”, es decir, la sobra o
lo que es lo mismo, el último recurso,
no corresponde a la dignidad de ninguna persona.
Finalmente, recuerda que la caridad
empieza por uno mismo y si no…es argucia para vender o comprar. No exijas ni
reclames lo que no hiciste: nadie está obligado por ley a quererte.
No lograrás nada con victimizarte. Las buenas personas son queridas... las malas, NO.
Entonces, comienza por revisar tu
aspecto, tu manera de relacionarte y el entorno en el que te mueves. Cambia de actitud. Arroja al basurero la
triste decisión de optar por ser infeliz. Tu felicidad o desgracia, depende de vos, no de los demás. Ya lo decía José
Ingenieros: “Cada uno es arquitecto de su propio destino”.
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