Porque, servir al otro es renunciar a nuestro “beato buenismo”, gastando tiempo y a veces dinero, porque quien sirve se constituye en puente de acción entre el “abismo” dos realidades distintas y distantes, entre quien ayuda y quien necesita.
En la era “progre”, el que sirve es tenido por inferior. Y no pocos opulentos o quienes se dan por tales, viven en su “taper” de insano bienestar, mientras el paria deambula con sus penas. Y dirán aquellos: ¿qué culpa tengo de que haya pobres?..¡No es mi problema!
“Vivimos la cultura del instante y del descarte”, dice Sergio Sinay, escritor periodista y psicólogo. Autor de libros “La sociedad que no quiere crecer”, “Conectados al vacío”, “La sociedad de los hijos huérfanos” y “La masculinidad tóxica” (27.09.2012).
“Parece
que necesitamos de las redes sociales para estar seguros de que existimos. Es
como si ya no confiáramos en nuestra propia existencia por el sólo hecho de
estar en el mundo y de preguntarnos además para qué estamos en el mundo”.
Sinay plantea una paradoja: cómo a pesar de que la sociedad actual es la más conectada de todos los tiempos, cada día más personas están solas e incomunicadas, y se vive la soledad colectiva en la sociedad virtual.
En vez de servirnos, nos pone a su servicio. Corremos detrás de las últimas “noticias” postergando cosas importantes…para estar “conectados”. Así, los vínculos humanos empiezan a sufrir: en la pareja, en la familia, en la sociedad entera…
Puede ocurrir en la familia, en un equipo de fútbol, en una organización, etcétera. ¿Hasta qué punto las redes sociales y las nuevas tecnologías colaboran en pérdida de la intimidad o privacidad, en la mirada del individuo sobre sí mismo?
Estamos conectados al vacío, si no nos preguntamos sobre el sentido de la propia vida. Y luego aparece el vacío existencial que es “angustia permanente”. No se trata de satanizar la tecnología, sino de controlar el uso de las mismas.
Hay que vivir el presente, que no significa vivir lo instantáneo: lo fugaz no se alimenta de nada y nada proyecta para el futuro. Si se vive el carpe diem (aprovecha el día como si fuese el último), todo y todos -humanos incluido-, son descartables.
Jesús es el modelo perfecto del siervo que se despojó radicalmente de sí, para asumir la condición de siervo (Fil. 2,7).
Si Jesús Rey y Señor, quien no se puede contener en el universo por su poder y gloria, se hizo servidor… ¿por qué no haríamos nosotros?
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