A un año de la crisis provocada por el coronavirus, todos conocemos la gravedad de la situación. La población mundial está alarmada. El colapso sanitario y económico golpea. ¡La muerte ronda sin parar!, aquí y allá.
Todo el mundo conoce a alguien que se contagió y murió. Aun así, junto con el virus, están los negacionistas propagando el mal. No faltan los “héroes de fiestas clandestinas” y demás violadores de normas sanitarias. ¿Tiene fin de curso la estupidez humana?
Nadie quiere el confinamiento, entonces ¿qué hacer”. 1º. Un autoanálisis -py ámongetá- sobre nuestra situación y dejar de joder la vida de otros. 2º. Decidir no ser “monos con pantalones, recién bajado del árbol” (Pedimos disculpas a los primos primates).
Confiemos en Dios, pero hagamos nuestra parte. Él no es culpable de nuestra locura. “Pon tu camino en las manos del Señor; confía en él, y él se encargará de todo” (Sal 37:5).
A propósito, el P. Dennis Doren habla sobre los consejos de un papá: “Jackson Brown es un hombre común, un papá como cualquier papá, por ver feliz a su hijo, que escribió estos simples "consejos" al momento que iría a estudiar a la Universidad, lejos de su casa.
Vivir Feliz es el título de sus consejos que nace del corazón del hombre: “Contempla un amanecer y un atardecer por lo menos una vez al año. Estrecha la mano con firmeza, y mira a la gente de frente a los ojos. Ten un buen equipo de música.
Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa. Evita a las personas negativas, siempre tienen dos problemas para cada solución. Que tu auto no sea muy caro, pero date el gusto de tener una buena casa.
No hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión. No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo. Normalmente ya lo sabe.
Recuerda que se logra más por estimular que por reprochar. Anímate a presentarte a alguien que te cae bien, y con una sonrisa dile: Mi nombre es fulano de tal, todavía no nos han presentado.
No amenaces si no estás dispuesto a cumplirla. Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado. Haz lo que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.
Recuerda el dicho: Sin deudas, sin peligro. No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios. Aprende a compartir con los demás y sentirás alegría al ser útil al prójimo. “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. (Rabindranath Tagore)
Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es respetar el tiempo ajeno. Recuerda que el gran amor y desafío incluye también "el gran riesgo". No confundas riqueza con éxito, ni con felicidad.
No pierdas el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos. No esperes que el otro sepa lo que quieres que sepa si no se lo dices. Aunque tengas una posición holgada, haz que tus hijos jóvenes paguen parte de sus estudios.
Haz
dos copias de las fotos que saques y envíalas a las personas que aparezcan en ellas. Trata a tus empleados con el mismo respeto con que tratas a tus
clientes. No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.
No deseches una buena idea porque no te gusta de quién viene. No confundas confort con felicidad. Escucha el doble de lo que hablas. Distingue quién es amigo y quiénes no.
No envidies: la envidia es homenaje que el mediocre rinde al talento. Recuerda que la felicidad no es una meta, sino un camino: disfruta mientras lo recorres. No te pongas metas imposibles.
“La gente más feliz no siempre tiene lo mejor. Disfruta al máximo de lo que Dios pone en su camino". Confía en Dios, pero cierra tu auto con llave. Es decir que si cada uno no hace lo que debe hacer... ¡Dios no lo hará!
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