miércoles, 27 de enero de 2021

CONCIENCIA Y CONDUCTA

Del político cristiano 

 

Conciencia y conducta del político cristiano, fue uno de los temas abordados por el Dr, Secundino Núñez, durante el curso de verano, en el año 2003, que comparto: Según opinión generalizada, la gente no tiene mucho aprecio a quienes hacen de políticos. 

Muchos piensan que son estériles y que solo buscan trepar al poder para gozar privilegios de toda clase y agrandar su bienestar. Otros dicen que alzados con cierto prestigio público, se olvidan del pueblo y gastan su tiempo en enredo de partidos y acomodo de intereses. 

Para ser eficazmente político, dice la gente, hay que tener mucho arte para robar y mucha imaginación para mentir. (cf. S. Núñez “Política y Políticos”, pag. 9) 

Comienzan afirmando que lo político se halla al margen de la moral; que no se puede gobernar con padre-nuestros, ni se puede exigir nada con éticas timideces. El político debe ser insensible y fuerte, como para imponer su voluntad, sin dar mucho crédito “ni a la renguera del perro ni a lágrima de mujer” al decir  Martin Fierro.

Lastimosamente, cuando hoy día se habla del bien común, se entiende como el bienestar material o crecimiento económico. Buen gobierno es aquel que crea y promueve riquezas asegurando al pueblo pan trabajo y tranquilidad. 

Significa que el humanismo de hoy, juzga poco enriquecedores a los valores espirituales y morales que dan a la existencia humana, plenitud. Es ahí donde más se nota el desacierto de los políticos, en el mal reparto de bienes materiales y en la desenfrenada codicia con que al dinero le rindieron culto. 

Pero, aun en esta tierra, no solo de pan  vivimos los humanos. Y la política debe ocuparse de todo cuanto procura contribuye al bienestar integral de todos. 

Luego, ¿seguimos negando grandeza y méritos de esa escasa porción de ciudadanos que gastan su tiempo, esfuerzo y quebrantos, en busca de recursos para la comunidad? ¿No debemos, más bien alabar y apreciar la labor de quienes, aceptan las cargas de esta tarea? 

Son excelente como técnicos o expertos en una determinada área ministerial; pero no ven los problemas del pueblo. Les falta humanidad; les falta baño de multitudes. Decía E. Mounier, “La política no es todo, pero está en todo”… 

Gobernar no significa hacer las cosas, sino, ordenar las cosas que deben hacerse”, enseñaba Santo Tomás. Justo en esto radica la esterilidad de la gran burocracia con que la política se maneja. 

Así, integridad es la calificación fundamental con que el auténtico político debe mostrar y vender su prestigio. Claro que, un logro de esta índole no es fruto de improvisación o poco esfuerzo. 

Requiere estudio en lo teórico y experiencia en lo práctico. Por eso Aristóteles decía: la gente joven no puede tomar el timón de la política, ni orientar ni conducir la vida pública. 

De esto, una señal llamativa es: que nunca hubo niños ni en la filosofía ni en la política. 

Entonces, aquel que sienta vocación por la actividad política, nunca han de transar con el ambición de los osados y mediocres. Son los que encandilados por el poder y el dinero, no gastan un centavo de escrúpulo para aparentar lo que no son ni pueden ser. 

Muy por el contrario, lo que ha de proponerse un joven o un novel hombre político. Es afirmar el ánimo con robusta entereza y consagrarse con afán heroico a la lenta formación de la rica personalidad que ha de llegar a ser. 

Debe formar poco a poco su inteligencia, enriqueciendo la mente con lenta digestión del saber humano que de manera más directa afecta a la política. Animoso esfuerzo y largo tiempo traerán la madurez. 

Sin embargo, lo más provechoso de esta formación intelectual, no es tanto acumular  conocimientos ni la rica memoria de aconteceres de la historia. Lo más útil de este proceso adquisitivo es aprender a pensar.  Como decía aquel profesor; “más vale testa que texto”. 

Lo que más enriquece y da superioridad personal al ser humano es el ejercicio recto y ordenado de su voluntad libre. Un político comprometido debe honrar su personalidad. 

Ya se dijo que: “El poder descubre al hombre”. Porque ejercitar el mando deja al desnudo que no es tanto la ciencia, ni la técnica, las supremas cualidades de un conductor de hombres, sino la integridad moral, hecha de prudencia, justicia, fortaleza y templanza. 

Exigencias particulares que el ejercicio de la política impone a un hombre cristiano. 

Se da por hecho que una tarea noble y difícil como es la política, no se puede llevar con éxito sin inspiración y subsidios de la divina providencia. Como decía Alexis de  Tocqueville: “Es el despotismo quien puede prescindir de la fe, pero no la libertad. 

La religión es mucho más necesaria en la república que en la monarquía y en la república democrática, más todavía. ¿Cómo podría la sociedad evitar perecer, si la tarea política se relaja. Y qué hacer de un pueblo dueño de sí mismo si no está sometido a Dios?”. 

Y hablamos del cristiano que vive su fe, no adormecido o inerte, sino con robusta y clara conciencia espiritual. 

En primer lugar, debe arrancar de sus adentros la nefasta idea de que la actividad política necesariamente ensucia y corrompe la personalidad moral. Debe desechar esos estorbos morales y plantar muy hondo en su corazón y mente la convicción de que la justicia y la caridad nunca llegan a tanta altura como cuando se ejercitan al servicio del bien común. 

Esté donde esté, haga lo que haga, el cristiano debe estar persuadido de que “después de Dios, como decía san Agustín, nada más grande que la patria”. 

Juan Pablo II, en su Chistifideles Laici nº 42, dice: “Para animar cristianamente al orden temporal, los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política”. 

Decía el célebre padre Lebret: “Para el cristiano, la política nunca puede ser otra cosa que la ciencia, el arte y la virtud del bien común”. 

Y toda nuestra conducta, así pública como privada, debe ser tan íntegra y clara hasta el punto de no ofrecer grieta alguna, para que el agua turbia del descrédito y la maledicencia socave nuestra buena fama. 

Esas malas artes de la camandulería corriente, como son la astucia, la mentira, el soborno, la adulación, el chantaje y otros recursos arteros, ni remotamente deberán formar parte de la acción y combate de un auténtico político cristiano. 

Un político cristiano, como ningún otro, debe utilizar diálogo franco y fraterno. También, un político cristiano que no capitula ni siquiera frente al diablo, debe apoyarse en la convicción de san Juan de la Cruz: “Donde no hay amor, ponga amor y sacará amor”. 

El papa León XIII hace ya más de cien años decía: “Cuando la democracia sea cristiana, hará mucho bien al mundo”. 

En una de las últimas cartas escritas (Ago1954) Alcides de Gásperi, escritor, político y excelente cristiano decía: “Lo que sobre todo nos debemos transmitir unos a otros es el sentido del servicio al prójimo, tal como lo pedía el Señor Jesús”. 

Sirvan estas palabras del gran político italiano como el paso final, de colofón, a estas reflexiones sobre el alma y vida de los políticos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario