jueves, 7 de enero de 2021

¡RELACIONES HUMANAS! ¿Cómo son las mías?

 

Desde pequeñitos nos dicen que el humano, es un ser social. La gente se agrupa en barrios, pueblos, ciudades. Tanto es así que, incluso, durante la pandemia nos aglomeramos... 

Toda relación se inicia en casa. Pero cambian los tiempos, costumbres, modos de vida, incluso las formas de comunicación. Hoy, el conocimiento no es igual a ayer. Uno de los motivos del cambio y modo de conectarse con los demás, es la tecnología. Así dicen los que saben.

Curiosamente, con los medios de formación que tiene el hombre hoy para ser mejor, éste no supera la fase de salvajismo y barbarie. ¿No nos creó Dios a su “imagen y semejanza” para gozar civilizadamente las relaciones sociales, según enseña el Gen. 1, 27? 

Pero, la señora realidad, a veces nos vapulea con problemas que nos ganan y empujan a actuar, con ese salvajismo que se oculta en el fondo del alma. ¡Decadencia humana! 

 ¿Acaso no se descarga cruel malquerencia contra el hermano, vecino, compañero de trabajo, de estudio, cónyuge, jefe o subalterno? 

La tecnología secuestra tiempo, mente y corazón. Muchos reclaman la acelerada pérdida de valores, pero cauterizan su conciencia, culpando a la tecnología. ¿Qué sabe una computadora de principios y valores? 

Entonces, ¿qué son las sanas relaciones humanas? Y son las relaciones interesadas por el bienestar de los demás. Ello redundará en un mayor bienestar y calidad de vida de todos. 

En una relación humana es posible sufrir heridas por el proceder del otro, quizá por detalle (vyresa), como “me parece”, “creo que” u otra razón puesta en el “sistema operativo”. 

Para relacionarnos bien, hace falta empatía. Capacidad de ponerse en el lugar del otro, es decir, ver la situación desde sus ojos en vez de hacerlo desde los nuestros. 

Entonces, se intenta entender, que quizá el otro hace lo que puede, que su intención no es dañar. Su modo de ver las cosas, puede ser diferente al mío, por sus malas experiencias, y por eso cada uno responde desde sus creencias. 

Para ello, hace falta querer perdonar, porque el perdón apaga penas, emoción, malos recuerdos. Si perdonamos, aunque al recordar lo que nos causó dolor-, no sentimos molestia en nuestro interior.  

Pero no es fácil: Debo saber que perdono al otro porque él vale lo suyo, tanto como yo. 

Y sobre todo, porque Aquel que no miente, Ñandejara, dice: ¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y no ves la viga en el tuyo? 

“¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano” (Mt 7,3) 

“Perdono al hermano porque él vale por sí mismo. Si no perdono, no valoro su dignidad. En cambio, si lo perdono, digo que es digno, porque puede redimirse. ¿No quisiera que hagan lo mismo conmigo?  

Afirma el papa Francisco: “Jesús inserta el poder del perdón en las relaciones humanas.

En la vida, no todo se resuelve con la justicia. 

La ley del talión dice, lo que me hiciste, te devuelvo, Jesús la cambia con la ley de amor. Pensemos que puedo perdonar. Si no soy capaz de hacerlo, que pida la gracia de perdonar, porque perdonar es una gracia”. 

Relaciones humanas no es técnica de impostación de voz, hablar bonito o soltar versos políticamente correctos. Relación sana es comprensión, empatía, amor y perdón!

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