Asegura Cristina Galindo. Los comportamientos narcisistas nos rodean. El exhibicionismo en las redes sociales, la obsesión por los “selfies” y la propia imagen. Se habla de epidemia, pero ¿es tan preocupante?
Fue el bello y vanidoso Narciso, personaje de la mitología griega, incapaz de amar a otras personas, murió por enamorarse de su propia imagen, quien inspiró el término narcisista.
El concepto fue luego reinterpretado por Freud, el primero en describir el narcisismo como patología. Y en los setenta, el sociólogo Christopher Lasch convirtió la enfermedad en norma cultural…
Determinó que la neurosis y la histeria que caracterizaban a las sociedades de principios del siglo XX, habían cedido el paso al culto al individuo y la búsqueda fanática del éxito personal y el dinero.
“El desorden narcisista de la personalidad -patrón general de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía- es diagnóstico bastante raro, pero las cualidades narcisistas están ciertamente en alza”….
“Basta con observar el consumismo rampante, la autopromoción en las redes sociales, la búsqueda de fama a cualquier precio y el uso de la cirugía para frenar el envejecimiento”, dice la psicóloga Pat Mac Donald autora del trabajo Narcisismo en el mundo moderno.
Un estudio a miles de estudiantes estadounidenses, dice que estas conductas llegan a nivel de epidemia. Libros "Generación yo" y "Epidemia narcisista", cuentan que los adolescentes del siglo XXI, se “creen con derecho a casi todo, pero también son más desgraciados”.
Los rasgos narcisistas no siempre son fáciles de reconocer y, con moderación, no tienen por qué ser un problema.
Son conductas egoístas, poco empáticos, a veces un tanto exhibicionistas, de personas que quieren ser el centro de atención.
Quieren ser reconocidas socialmente, suelen resistirse a admitir sus fallos o mentiras y se creen extraordinarias (aunque su autoestima, sea baja).
Un estridente ejemplo, es el de una adolescente que, en un reality de la MTV, justificó el corte de una calle para celebrar su fiesta de cumpleaños, a pesar de que había un hospital en medio, al grito de: “¡Mi cumpleaños es más importante!”.
En nuestra fauna también abundan “vyros” con trastorno de personalidad narcisista, de visión exagerada de su propio “yo”, e insaciable hambre de admiración, pero conflictivos y carentes de empatía con los demás.
Despectivos, se creen dueños absolutos de la verdad y del cosmos, con timbre de gloria y talento superior. Ignoran que todo terrestre nace hambriento, inacabado, indigente y con tendencias al mal.
La prudencia enseña: “ningún mortal es perfecto; por el camino se hace bueyes. El "freno" hace pisar tierra al faraón posmoderno.
Palmaditas en la espalda y forzosos aplausos, solo elevan el ego, infectando de “síndrome de diocesillo” a quien lo padece, es decir, del ¡Yo Soy, exclusivo del único Dios Todopoderoso!.
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