Se dijo: “El hombre es el único animal que bebe sin
tener sed; come sin tener hambre y habla sin tener nada que decir”. Los sabios hablan poco pero con
tino y profundidad, mientras invierten mucho tiempo en escuchar, ver y callar.
De ahí el refrán: “ver, oír, callar, son cosas de gran preciar”
Hablar poco cuesta, pero mucho vale. Pero, quizá por considerar que la palabra no tiene precio en el mercado, nada vale. Así, emitimos opiniones sin conocer la realidad…¡Ha hetá veces ña ñe´é mba reí!
Propagamos desorden y dolor en lugar de risas y alegría. Criticamos mucho y valoramos poco. No siempre es válido el: “creo…me parece”. Antes de desparramar nuestra “verdad subjetiva”, casi siempre tóxica, verifiquemos y pensemos en el daño que producen.
¿Por qué no hablar palabras restauradoras? ¿Por qué no decir cosas como ¡gracias! .. ¡Qué bien lo hiciste!; ¿puedo ayudarte?; ¡valoro tu trabajo y tu esfuerzo!...“De la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12-34)
Sólo genera agua limpia el corazón sin “agua podrida”. Pidamos brújula divina para pensar la verdad, decir la verdad y vivir la verdad, así diremos palabras de vida y no, palabras cadáveres. Al punto, Víctor Reyes escribió: “El arte de hablar; la virtud de callar:
Hablar es fácil, callar requiere dominio. Hablar oportunamente, es acierto. Hablar frente al enemigo, es civismo. Hablar ante la injusticia, es valentía. Hablar para rectificar, es un deber. Hablar para defender, es compasión. Hablar para ayudar, es caridad.
Hablar con sinceridad, es rectitud. Hablar de sí mismo, vanidad. Hablar de fallas, es lastimar. Hablar debiendo callar, es necedad. Hablar por hablar, es tontería. Callar cuando insultan, es amor. Callar las propias penas, es sacrificio.
Callar de sí mismo, es humildad. Callar a tiempo, es prudencia. Callar en el dolor, penitencia. Callar palabras inútiles, es virtud. Callar cuando hieren, es santidad. Callar para defender, es nobleza.
Callar defectos ajenos, es bondad. Callar debiendo hablar, es cobardía. Debemos primero aprender a callar para luego poder hablar. Que las palabras sean más valiosas que el silencio que rompo”.
Gran parte del éxito en las relaciones humanas se debe a la capacidad de escuchar, más que a la de hablar. Hablar de más o palabras vanas “ñé é reí”, es estupidez, es decir, a no tener nada que decir. "Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras". En cambio:
Hay casos, en los cuales el silencio es cobardía. ¿Cuántos matan la verdad con silencios? ¿Cuántos no estarán arrepentidos al callar diariamente delitos cometidos por nuestra enanizada, ignorante y matonil sociedad, fauna aun en pañales en su desarrollo moral?
Muchos hacen del callar “ekirirî”, un “tranquilo pá”. En nuestra pasada dictadura...cuántas desapariciones, torturas fueron cómplice del silencio? Hoy, en nuestra micro existencia delictiva, una mayoría calla. ¿De cuántos casos de corrupción, robo y demás...somos cómplices?
La palabra de honor despareció en favor de lo funcional bien pagado, ¡a pesar de vendernos como ángeles!
Sólo describo una realidad, pero... ¡Quien esté libre de pecados, arroje la primera piedra!.. (Este servidor-pecador con escasas luces, de rudo e indigesto hablar, también hace mea culpa por ñe´é rei)
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