Pensando en la realidad por la que pasa el terrícola de varios países, incluido el nuestro, donde nadie está protegido para evitar que un delincuente le robe o le saque la vida, llama a meditar las imparables actividades delictivas.
¿Cómo disminuir la delincuencia? Una de las maneras -sin duda- es ofrecer a la juventud, oportunidades de trabajo, que mantenga esas manos ocupadas en algo productivo.
En cada barrio pobre, en cada rincón, deberían crearse fábricas de muebles con materiales diversos, talleres de artesanía, fábricas de zapatos, procesadoras de alimentos, fábricas de quesos, sastrerías, cultivos hidropónicos, criaderos de peces, etc.
No se justifica. Sí, se explica que muchos jóvenes delinquen por faltas de oportunidades. El mundo que construimos no es un mundo con equidad. ¡Otros delinquen por vocación!
La ola de asaltos a mano armada en distintos lugares del país no para. Se agregan los asesinatos, violaciones y otros hechos alarmantes que ponen en zozobra a las personas. Se evidencia el norte de la inseguridad creciente
También, es parte de esta fauna delictiva, ms que se creen hijos de “papá” y dicen que asaltan y agreden por diversión en las calles. (ADN Paraguayo-21.10.20)
Repito: Los papás permisivos –no malos, suelen criar hijos inconscientes patoteros, es decir, goriloides, porque: “Del mismo cuero sale la correa”… afirma el refrán.
De padres
permisivos surgen hijos prepotentes con síndrome de “gerente
general del universo, ignorantes de cómo usar la libertad para
elegir el bien y evitar el mal, por no discernir lo bueno de lo malo.
Estos no delinquen por falta de “opciones”. Lo hacen por ¡vocación! Los hijos no
necesitan que seamos sus amigos, porque camaradas tienen muchos, papás solo dos y
muchas veces ni eso.
Está de moda entre algunos ridículos papás “ñémbo” millennials, creerse más “cooll” al considerarse amigos de sus hijos. Son muy “chúlina”, farrean con ellos, “chupan” juntos porque para eso “ndajé”, son “amigos”
Muchas veces se visten con el mismo estilo y actúan de igual a igual, para que ni ellos ni sus amigos piensen que son “mala onda”. Así el hijo al llegar saluda al papá con un ¡qué tal olúo! ¡Peligrosa actitud!
Alicia Banderas, psicóloga, es contundente: “Los padres no pueden ser amigos de sus hijos porque no son capaces de establecer dos aspectos fundamentales en la educación: “poner límites y decir “no”. ¡Mbaéicha pio la ne re entendéi lekajá!
Nuestros hijos necesitan fijarse en una figura que les aporte seguridad y establezca reglas. Los límites claros son necesarios pues dan firmeza a la educación. Es decir, los padres deben corregir a sus hijos con amor y mucha paciencia. No ser cómplices de ellos.
Debemos estar presentes para guiar, educar y apoyarles; no para ser sus amigos, sino Papá. "Un buen papá ya es buen amigo". Tenemos que ser su punto de referencia y su contención. No un cómplice.
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