PLURALIDAD Y JERARQUÍA
Nos enseña el Dr. Secundino Núñez: “Pocas cosas han de ser de tanta
actualidad y apremio humano como este tema de valores en la presente crisis
cultural de nuestro tiempo. No solamente la voz de la prensa diaria, sino
también el diagnóstico de los grandes pensadores, así como el clamor de las
diferentes familias religiosas, significan con angustia la declinación
precipitada de los valores.
Con una perversidad sobrehumana verdaderamente diabólica, la
corrupción de las costumbres avasalla a los hombres, a los pueblos y a las
Instituciones. Se encallece y gana fuerza en la “rosca” estructurada de la
mafia que debilita y deja inerme la
conciencia colectiva”
Pero lo más grave y pernicioso de esta hora -agrega- no es tanto la malicia y los malos hábitos en
la que se halla empotrada la vida normal de mucha gente; porque más allá de la
voluntad viciosa está la inteligencia. Y
es ahí donde atesoramos las ideas, los principios y valores que luego van a
orientar y conducir la práctica de la conducta humana. Porque según la antigua
y perenne filosofía: “Nada se quiere, nada se desea, nada se busca, que
antes no se haya conocido”
Por consiguiente – fuera de la apreciación económica o mercantil - significa
todo lo que satisface y enriquece al
hombre; y en particular, aquello que lo promueve y lo eleva hacia su plenitud
existencial. Valor, entonces, es todo lo que realiza, acrecienta y madura a
la persona humana, constituyendo su horizonte de vida y su destino. (….)
Los valores no enriquecen la personalidad humana cuando el hombre se acerca a ellos o lo
posee con angurria o con apetito disoluto. (Licencioso, voraz, desordenado).
Desde el suelo y subsuelo de su indigencia corporal el ser humano
apetece la comida, la indumentaria, el refugio de su rancho y el bienestar
acogedor de su hábitat. Arroyos y ríos; bosques y praderas fecundas; tierra,
agua y aire, todo es valioso, sirve, sostiene y hace crecer la alegría del vivir
humano. A esto llamamos valores
terrestres.
Y sin embargo, por encima de estos valores terrestres, el hombre se
inquieta, busca y se abraza a otros valores. Busca el encuentro, el diálogo y
la amistad fraterna con otro hombre. Este intercambio de pensamiento y de
afecto ensancha sus espacios de
civilización y cultura; la vida de amor en un hogar y la familia y la comunidad-sociedad
toda. Hablamos de valores humanos.
Y cuando estas satisfacciones no se cumplen porque los valores humanos
escasean, y los antivalores de la sociedad sobreabundan, porque el “hombre se
ha vuelto lobo para el hombre” (Hobbes) o porque “la sociedad corrompe al
hombre” (Rousseau) y “los otros son el
infierno” (Sartre) el ser humano enflaquece y se arruina, se vuelve “miseria”,
“perra
vida”
Pero, el hombre siente anhelos superiores y desea valores de mayor
altura, todavía. Son los valores sapienciales o divinos, de mayor
excelencia y quilate; porque enriquecen y elevan por encima de la vida humana
temporal. Son los valores del arte, de la sabiduría, de la religión y la
santidad. Nos ponen en comunión con Dios, y por consiguiente, nos purifican
desde muy adentro de los antivalores espirituales y morales como son la
soberbia, el odio, la codicia, el rencor. Con sobrada razón suele decirse que: “Nunca el hombre es tan grande
como cuando se pone de rodillas ante su Creador”
Valores Morales: Son los valores del deber ser que urgen y obligan a nuestra íntima y
libre personalidad y que por lo tanto, movilizan la prudencia, la voluntad
libre y la acción perseverante. Son valores que el ser humano no los encuentra
fabricados, madurados o crecidos. Los valores morales se nos muestran, se nos
ofertan y solicitan la más alta cumbre
de la naturaleza humana, que es nuestra libertad, para hacer el bien y rechazar el mal. ¡Gracias por su enseñanza queridísimo Profesor!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario