martes, 9 de junio de 2015

LES DEJO LA PAZ ....

¡LES  DOY  MI  PAZ!

Pero no como las da el mundo. No se angustien ni tengan miedo” (San Juan 14,27). Esta promesa hizo Jesús hace más de dos mil años. Y la obligada pregunta: ¿Es posible obtener paz en medio de tanto desorden establecido?

La increíble cultura de deshonestidad y corrupción simplemente es ya insoportable. En nuestro medio las noticias de personas realizando actos ilegales, ya no nos sorprenden. Lo terrible es que la corrupción ya se extiende a todas las instituciones, sean estas gubernamentales o privadas. Casi no pasa un día sin que nos desayunemos con algo malo. (Crimen, violación, asaltos, secuestros, estafas, mega evasión, adulterio, etc).

La imagen que se proyecta - no solo en la política - es de mutuas acusaciones de irresponsabilidad, deshonestidad, deslealtad y corrupción, lo cual hace que nuestras instituciones se debiliten cada vez más.

Si el Maestro, “nos da su paz y además nos dice, no se angustien y no tengan miedo”, es que, a pesar de todo, es posible lograr la verdadera paz, porque es una gracia que sobrepasa toda comprensión humana, al transformarnos en instrumentos de Su Paz. La paz que da el mundo es sinónimo de “tranquilidad, que no hace mal a nadie, que no se mete en problemas para ayudar al otro, que se vuelve para ignorar las injusticias….

La paz de Cristo no significa ser bonachón, de carácter jovial, ni de buenas relaciones humanas, que acepta todo en nombre de la paz. Esa es una paz sepulcral sin compromisos, sin solidaridad y totalmente ajenos a promover el bien común. Por causa de ese tipo de paz es que estamos en permanente guerra, aquí y allá. Porque no puede haber paz, donde la mentira goza de buena salud, por cobardía de los “buenitos”

Necesitamos poner en marcha nuestro compromiso bautismal de Sacerdote, Profeta y Rey. Es decir, no aceptar como normales – en nombre de la paz - la deshonestidad, corrupción, el robo, la ignorancia, etc.  Si nos quedamos callados, ¿cómo esperar que se dé un cambio?. Hace falta entonces una Revolución Personal, dice Emmanuel Mounier.

Mounier dice: “Llamamos revolución personal al proceso que nace en el instante de una toma de conciencia revolucionaria, de una rebelión dirigida en primer lugar por cada uno contra sí mismo, sobre su participación o su propia complacencia en el desorden establecido, sobre la separación que tolera entre aquello a lo que sirve y aquello a lo que dice servir y que se desarrollará, en un segundo momento, en una conversión continuada sobre toda la persona solidaria de sus palabras, sus gestos, sus principios, en la unidad de un mismo compromiso.”

No se trata de crear la paz, porque la paz viene de Dios. No somos fuente de paz. Somos medios o canales. De donde se sigue que, quien quiere paz, tiene que necesariamente buscar a Cristo y llenarse de Él, luego difundirla en el lugar donde se encuentre. 

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