¡TODOS NOS NECESITAMOS RECÍPROCAMENTE!
Un agricultor se relaciona con una
profesora porque sus hijos necesitan estudiar; se relaciona con el médico
porque, algunas veces, alguien en la familia se enferma; procura al comerciante
porque necesita hacer compras y vender sus productos; se relaciona con el Padre
o Pastor porque estos le enseñan a relacionarse con Dios y a creer en la luz
del Evangelio, que podría iluminar el nuevo mundo que sueña para sus hijos; se
relaciona con el panadero, con el farmacéutico, con el albañil... y con mucha
otra gente.
Pero la profesora necesita también del
agricultor, ya que sin él no habría leche, frutas, verduras. El propio medico,
sin los productos de la tierra no consigue sobrevivir. El Padre y el Pastor sin
los fieles quedan con las iglesias vacías. El agricultor, por la materia prima
que nace de la tierra, crece en importancia. Todos lo necesitan. Percibimos, pues,
que existen relaciones interpersonales y que cada una de las personas necesitan
de las otras.
Muchas veces no damos valor a lo que
tiene valor y damos valor a quien no merece o a aquello que no merece. Durante
milenios los hombres vivieron sin farmacias y sin médicos. Todos cultivaban la
tierra, la gente vivía de la tierra que plantaba. Todavía hoy dependemos de la
materia prima que la tierra produce. Sin ella no podemos sobrevivir; y, a pesar
de todo, no valorizamos al agricultor como deberíamos. Sin la agropecuaria
todos moriríamos de hambre.
Pero aun así, muchos líderes políticos,
a pesar de tener ojos para ver la realidad, poco o nada hacen. Es más fácil
producir un litro de cerveza que un litro de leche. ¿Quién no lo sabe? Pero nos
quejamos de lo caro que es la leche y pagamos tres veces más por la cerveza.
Quien fabrica cerveza no necesita pagar pastos y dar raciones a los animales y
todavía ordeñar el ganado lechero. Destruimos la voluntad de trabajar de miles
de agricultores, empeorando miles de diálogos; y muchos abandonan sus tierras,
sus campos de trabajo.
Todos vemos cómo aumentan los cinturones
de pobreza, creando problemas para las relaciones humanas. Y los problemas de
los que viven en ellas comienzan a reflejarse, progresivamente en muchos
sectores de relacionamiento interpersonal y social.
La destrucción de los bosques y
florestas se ha vuelto agresiva. Envenenamos la tierra, poluímos el agua, el
aire y los alimentos que ingerimos. Eliminamos las aves; sustituimos las
carretas por automóviles y motos con bocinas ensordecedoras. Los aparatos de
sonido, que podrían armonizar los hogares, generan ruidos ensordecedores y disminuyen la sensibilidad auditiva. Los
clubes nocturnos se multiplican, generando verdaderos infiernos nocturnos.
La violencia domina en las grandes
ciudades y comienza a invadir los pueblos y ciudades del interior. La
inseguridad, la frustración, los robos, los asaltos y los crímenes tienden a
aumentar. El consumismo materialista vive engordando ganancias. La agresividad
y el odio explotan con la exploración de los seres humanos sin defensa. En fin,
vemos que todo esto está ahí... y todos sufrimos ¿por qué?... simplemente
porque los hombres ya no se relacionan bien, ya no se aman como hermanos,
porque olvidaron que son hijos de Dios.
Las buenas relaciones se construyen con
amor, justicia y fraternidad. Todos somos de la opinión que las relaciones
entre las naciones pueden y deben mejorar, pero nada puede mejorar si no mejora
la manera de pensar de las personas.
Del pensamiento nace el
sentimiento, del pensar y del sentir surge la acción. Sólo cuando los hombres
comiencen a tener amor en sus corazones, al pensar pensamientos de amor,
comenzarán a relacionarse como hermanos. Relaciones de fraternidad requieren
pensamientos de fraternidad.
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