¿A QUIÉN VOTAR
Y POR QUÉ?
Sin necesidad de ningún rigor
académico, se puede decir que la experiencia nos muestra que mucha gente no
tiene elevado aprecio ni valora a los que hacen papel de políticos. No
pocos dicen que son haraganes y que sólo buscan aprovechar la ocasión de trepar
al poder, gozar de grandes beneficios y conseguir o aumentar su bienestar en
este “valle de lágrimas”.
Otros dicen que con el “prestigio que
otorga el cargo” ganado-comprado, se
olvidan de las promesas en campaña y se meten en intrigas, tramas, acusaciones,
desmentidos y acomodos de intereses. Así las cosas, el pueblo a quien dicen servir, jamás importó.
Tampoco faltan quienes, con cierta dosis
burlona dicen: “ser buen político” es sinónimo de habilidad para mentir y robar,
es decir, poseer el arte de lo posible… y de lo imposible…completará algún
contrera. Y como si fuera poco, pasan la vida lejos de casa, abandonando el
cuidado de sus hijos prometiendo a la gente felicidad, entiéndase salud,
educación, seguridad, mientras algunos “cornean” a sus esposas (dígase se
paso). La política, entonces, se eleva al rango de "razón de estado".
Según la experta española, Dolores Reig, psicóloga
social y profesora en distintas Universidades,“el político ya
no representa al ciudadano, que habla hoy públicamente en las redes sociales,
sino que debería encargarse de gestionar la voluntad popular”. ¿Qué confianza se puede brindar a través de las redes sociales? ¿Es posible venderse como impoluto y garantizar ser buena gente vía on line?
En consecuencia, la pregunta que debemos
hacernos es: ¿Cómo es el candidato, dónde trabaja, es conocido y estimado en su
comunidad, respeta a la gente, vecinos, parientes… es solidario….promueve el
bien común, es confiable….? Si
dudamos o sabemos que no le adornan las cualidades señaladas, entregarle el
voto será gravísima traición a uno mismo, a la familia, a la patria. No más
políticos tavý-mbareté-pokaré. La mejor noticia que este tipo de políticos puede dar al mundo es.... su desaparición.
Sabemos – felizmente - que no existe el
mal absoluto, por tanto, damos por hecho que una empresa tan noble y difícil
como es la política no puede llevarse adecuadamente sin la inspiración y
subsidios de la divina providencia (cfr. S. Núñez –Política & Políticos p.
57). ¡Hay personas sanas en el país!
Por eso hablamos de hombres a carta
cabal, honrados, trabajadores, respetuosos, con familia bien constituida y además,
buenos cristianos…¿porqué no apostar por ellos?. El recordado y venerable Juan Pablo II en su
Christifideles Laici” enseña: “Para animar cristianamente el orden
temporal, los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación
en la política” (Nº 42).
Decía el famoso Padre Lebret: “Para el
cristiano la política nunca puede ser otra cosa que la ciencia, el arte y la virtud
del bien común” (p. 60) Necesitamos políticos de talla, para que donde no hay amor,
ponga amor; donde hay robo, ponga honestidad; donde haya mentira, ponga verdad;
donde hay mbareté, ponga respeto. Es muy difícil tarea en esta democracia que
camina lenta, insegura, enclenque; pero hay que seguir adelante y madurar.
Conclusión: Orientemos la
mirada hacia candidatos que luchan por actuar con prudencia, justicia, templanza
y fortaleza, con patriotismo, a pesar de sus debilidades humanas. Y rechacemos a
políticos camanduleros y manipuladores, vulgares patrioteros, que se burlan de las esperanzas del pueblo.
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