Engañosa, superficial y contradictoria.
¿Quién puede dudar, que nuestra sociedad
resulta ser un fenómeno de dos caras?
Por un lado, la faz luminosa de fiestas, fútbol, vitrinas que ofrecen
producto de moda, tecnología, barrios lujosamente adornados y demás bondades del mundo posmoderno.
Pero la contracara muestra un rostro
feo, sucio y arrugado: cárceles superpobladas, hombres fracasados, gente
miserablemente irrespetuosa y prepotente, malos políticos, es decir, una gran
porción de gente indeseable, para quienes lo que en ética es verdad desgarrada, en
política se torna falsedad encubierta. (C. Díaz-Corriente Arriba p. 101).