sábado, 21 de agosto de 2021

¿QUÉ ES CORRECCIÓN FRATERNA?

¡Una necesidad del cristiano y un deber de justicia!

 

Corrección fraterna no es criticar. La crítica destruye, humilla y trata de saca ventaja del error ajeno. Quien corrige busca levantar, motivar al otro para que cambie su conducta. La corrección fraterna es mandato evangélico. Jesús enseña: 

Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas... Si te escucha, habrás ganado a tu hermano”. (Mt 18, 15) San Ambrosio, escribe: “Si descubres algún defecto en el amigo, corrígele en secreto (…) Las correcciones, en efecto, hacen bien y son de más provecho que una amistad muda. 

Si alguien se ofende, corrígelo aunque la corrección le disguste: “Más se puede confiar en el amigo que hiere que en el enemigo que besa” (Pr. 27, 6). Ya alerta San Agustín sobre la grave falta al omitir ayudar al prójimo: “Peor eres tú callando que él faltando”. 

La corrección fraterna, es necesidad del cristiano. Tenemos necesidad de recibir ayuda del otro, porque no siempre uno reconoce sus fallas. Corregir es señal de amistad; marca la diferencia entre un adulador y el amigo verdadero. 

Así como dejarse corregir es señal de madurez y calidad de progreso espiritual: Se dijo “el hombre bueno se alegra al ser corregido; el malo soporta con impaciencia al guía”. Todos necesitamos el favor de ser corregidos, junto con la oración y buen ejemplo. 

La corrección fraterna nace de la caridad, virtud teologal por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Este es mi mandato: “que se amen unos a otros como yo los he amado” (Jn 15,12). 

La corrección fraterna no nace de la rabia ante una ofensa recibida, ni de la soberbia o de la vanidad. Sólo el amor puede ser el real motivo de la corrección al prójimo. 

Dice San Agustín, “debemos, corregir por amor; no con deseos de hacer el mal, sino con la cariñosa intención de lograr su reparación. Si así lo hacemos, cumpliremos muy bien el precepto: “si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando a solas con él” (Mt. 18,15). 

¿Por qué lo corriges? ¿Porque te molestó ser ofendido por él? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor propio, nada haces. La corrección fraterna es un deber de justicia. Los cristianos tienen el deber de corregir fraternalmente a sus prójimos: es una exigencia de la virtud de la caridad. 

“Si alguno de ustedes se desvía de la verdad y otro hace que vuelva a ella, debe saber que quien hace que el pecador se convierta de su extravío, salvara el alma de la muerte y cubrirá la multitud de sus pecados” (St. 5, 19-20) 

Ojo: Quien corrige, juzgue con humildad ante Dios su propia indignidad y se examine sobre la falta que está corrigiendo. S. Agustín aconseja: “Cuando tengamos que corregir a otros, pensemos primero si hemos cometido aquella falta. 

Así se notará que Jesús corrige no sólo con prontitud y franqueza, sino también con afecto, amabilidad y benevolencia. San Josemaría enseña en este sentido: 

La corrección fraterna, cuando debas hacerla, ha de estar llena de delicadeza -¡de caridad!- en la forma y en el fondo, pues en aquel momento eres instrumento de Dios”.

Sepamos decir siempre: ¡Dios te bendiga por practicarme la corrección fraterna!

No hay comentarios:

Publicar un comentario