Aquel contestó: Es que, me saca de quicio el imbécil: como dice F. Savater; el que no sabe lo que quiere y nada hace por saberlo, el que vive en siesta permanente, aunque con los ojos abiertos y no ronque, el despistado; más perdido que “locote en clericó”…. ¡saé loo!
Creo que algo de imbecilidad tenemos casi todos; pero aguantarlos eternamente, no.
Tenés razón, pero te digo algo que, explica… no justifica: La conectividad, el afán de tener más, de competir y ostentar, la tecnología, amos de la era “progre”, nos instala en el reino de lo urgente y del “vyrorei”, que nos alejan de la paciencia, excelente virtud.
¡Y eso
qué!, dijo exaltado Goyín….¡Esperá na un poco, replicó con
paciencia el amigo. Sabido
es que todo queremos “ya”, y cuando no conseguimos, explota la ira, la impaciencia, hasta llegar no pocas veces, a faltar al respeto otro. Y
continuó…
Paciencia es autodominio cuando el otro no puede controlarse o cuando las cosas no salen como uno espera. Paciencia es serenidad y tolerancia ante a las dificultades, soportar con calma una situación molestosa.
Paciencia es perseverar, es esperar el tiempo que sea necesario para terminar algo. Es fortaleza para aceptar el dolor y las pruebas que la vida nos pone para el crecimiento interior.
Es necesario tener paciencia con las personas que nos relacionamos, pero, en primer lugar, con uno mismo. Aprender a auto-regularse, es decir, respirar profundo y actuar de manera calmada y respetuosa, es una muestra de paciencia consigo mismo.
Todos los días, la vida pone a prueba nuestra paciencia; una enfermedad leve, el teléfono que no funciona, la energía que se corta y el *160* que nunca responde, el excesivo tráfico, las autoridades que se borran, etc.
La paciencia no es pasividad ante
el dolor; no reaccionar o un simple aguantarse, es tener la fortaleza para
aceptar con serenidad sufrir las pruebas que la vida pone en nuestro camino,
para fomentar nuestra fortaleza. Luego… ¿puedo hacerte unas preguntas?
¿Te atreverías a decir que no tenés defectos que molestan a los demás? ¿Cuál es la causa de los roces con otros? ¿Cómo vivís los sufrimientos? ¿Te hunden? ¿O por el contrario, los problemas te ayudan a madurar y acrecer?
¿Sos frágil y te dejas llevar por la opinión de cualquiera o de los que crees que son más “fuertes”? ¿Tenés claro tus principios y valores, que aunque otros opinen lo contrario, te mantenés constante y firme? Recuerda: “Lo que es es, y lo que no es, no es”.
La paciencia es vital en las relaciones interpersonales. Entre los mismos padres, entre los padres y los hijos. La paciencia junto a la tolerancia origina que los matrimonios convivan en mejor armonía y evita que se tomen sin pensar decisiones lamentables.
Quien no tiene autodominio vive una guerra constante consigo mismo, se mete en graves líos al no medir los efectos de hablar o actuar por impulso, por causar frustración, angustia, enojo y sentimientos negativos que dañan nuestra mente, corazón, cuerpo y espíritu.
“Pues ya saben que cuando su fe es puesta a prueba, ustedes aprenden a soportar con fortaleza el sufrimiento” (St 1:3). ¡Gracias por tus palabras amigo, lo tendré presente!.
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