domingo, 22 de agosto de 2021

¡NO NECESITO DE NADIE!

Nadie es tan pobre que no pueda dar lo que tiene, incluso, lo que es.

 
Parece mentira…pero, se oye mucho decir: “No necesito de nadie”. Quizá lo dice por considerarse fuerte, adinerado y superior al resto de los mortales… o por imbécil. Los expertos dicen que pudieran padecer de “síndrome de hubris”. 

El médico David Owen identificó un trastorno que padecen las personas con poder; una característica de la personalidad que los hace excesivamente orgullosos y autoconfiados, sobre todo cuando ostentan una posición de mando. 

¿Por qué no reconocemos necesitar de otros? Dicen que hay dos razones: 1º. Admiramos a quienes son independientes y autosuficientes; aparentemente logran todo por sí mismos. 2º. Muchas personas, piensan que es una debilidad pedir ayuda o expresar una necesidad. 

Nadie hace todo solo. El enfermo necesita del médico. El patrón, de empleados. El Estado de contribuyentes. Todos necesitamos comida, vestidos, recreo: otros lo proveen…El vanidoso necesita de otros para confirmar la idea que tiene de sí mismo. 

Sabemos que nadie es autosuficiente y todopoderoso. Es verdad indiscutible. “También nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás” (Ro 12:5) Al punto, Alfonso Milagro dice: 

Tú no puedes prescindir de nadie y nadie puede prescindir de ti; tú estás para todos y todos están para ti; nadie puede sufrir sin que tú sufras; nadie puede ser feliz sin que tú sientas alegría. 

Piensa lo que serías si nadie te hace bien; piensa lo que serían los demás si tú no les haces bien. Hay una intercomunicación entre todos los hombres: nadie puede prescindir de nadie, nadie es molécula aislada, todos somos, más bien, miembros de un mismo Cuerpo. 

Y un miembro debe vivir con y para los otros miembros; no vivir con los otros miembros es secarse, condenarse a la muerte; no vivir para los otros miembros es ser parásito, es vivir “de” ellos, sin devolverles algo, al menos de lo que de ellos recibimos; es ser egoísta. 

Y tú no puedes permitirte descender tan bajo. “No imites lo malo, sino lo bueno; el que obra el bien, es de Dios; el que obra el mal, no ha visto a Dios. (Jn, 1, 11). Haciendo el bien no solamente lo hacemos para nosotros, sino también para los demás. 

Y haciendo el bien a los demás nos lo hacemos también a nosotros. “Me voy con paz en el alma, me voy con la gracia en mí”. 

Por lo tanto, ayudarnos los unos a los otros con acciones solidarias, nos permite crecer en el sentido de humanidad, pertenencia, gratitud y cambio, para prosperar en un mundo sin valores sólidos y combatir el caos establecido, con paz, justicia, trabajo y respeto al otro. 

Como buenos administradores de distintos dones de Dios, cada uno sirva a los demás según lo que haya recibido” (1Pe 4:10) Cuanto más ayudas a otros, más te beneficias. “Si das la luz para encender la vida de tu hermano, en ti brillará más esplendorosa.”

Escribía Newton en carta a Robert Hooke (1676), “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”.

“No hay nadie tan pobre que no tenga nada que dar, ni hay nadie tan rico que no tenga algo que recibir”.

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