¡Me considero superior o inferior a otros!
Unos porque, quizá, se creen superiores y dominan al otro, y otros, porque se sienten inferiores, opinan que es nomás luego “normal”, que sean discriminados y sometidos.
La RAE define discriminación como: “ideología o conducta social que separa y considera inferiores a las personas por su raza, clase social, sexo, religión u otros motivos ideológicos“.
Pero, ¿qué historia es esa de creerme superior, por mi nacionalidad, por mi ideal religioso o político, por mi estatus social o económico, por mi "currículo-ridiculismo-académico", por mi trabajo, por la marca de mi auto, por mi casa principesca…?
Creer que valgo… más que otros es matonil soberbia y tremenda ignorancia suprema.
Todo humano goza de igual dignidad y derechos, al ser creado por Dios, dotado de inteligencia, voluntad y libertad. Por ello, todos tenemos: la misma naturaleza, el mismo origen, la misma vocación y el mismo destino. En tal sentido somos iguales.
Pero igualdad no significa uniformidad. En la práctica hay diferencias:
-Físicas: sexo, salud, fuerza, color de piel, cabello…
-Intelectuales:
Memoria, capacidad de comprensión...
-Veracidad: honestidad, integridad…
-Sociales:
Oficios, cargos, estatus, cultura, desarrollo social…
-Económicas:
Bienes materiales, ingresos “pirá piré”, abultados ingresos…
Algunas diferencias son forzosas por ser naturales. Otras son escandalosas, producto de injusticias, por negar la dignidad humana…en abierta contradicción con el Evangelio. Así las cosas: ¡nadie es legítimamente superior ni inferior a nadie!
Cuando el necio ego se enciende, creemos que nuestros estilos de vida -inmorales a veces- nos alzan a las “nubes”. ¡Pobrecito el ser humano! ¡Ajepa hova tavy anga la ybypóra!
“Nada trajimos al nacer; nada llevamos al morir. La gente trabaja duro para tener cosas, pero cuando muere nada lleva” (Ec 5,15). Solo “1 metro x 2” de tierra… ¡es más que suficiente a la hora de morir!
Así, en vez de competir y compararnos, empaticemos unos con otros; ya no “el me parece, yo creo que…” que nos dividen. Por lo dicho, no hay razón válida para sentirme superior ni inferior a nadie.
El terrícola con complejo de superioridad es un “paria acaudalado” de soberbia que se engaña creyéndose todopoderoso. Por tanto, “juzga, impone y siempre tiene la razón”. Los otros se equivocan y el, “perfecto”, corrige duramente: pero a él, nadie le corrige.
Es hambriento de celebridad y haciendo lo imposible
para sobresalir, muchas veces, hace el ridículo.
Observa su actuar y notarás que su conducta no pasa de ser la de un “mono
con pantalones recién bajado del árbol”...
Alguien dijo: “Quien no se siente inferior no necesita
exhibir la superioridad. Ni por
encima, ni por debajo. En la humildad está el equilibrio”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario