(3º Encuentro de Padres y Padrinos de Bautismo)
¿Qué son los Sacramentos? “Son signos sensibles
que presentan una realidad invisible”.
Por ejemplo: En el rito del bautismo,
los signos o señales visibles son el agua, las palabras, la vestidura blanca,
el óleo, etc. La realidad invisible: el bautizado es sellado como hijo de Dios
y con derecho a heredar el Paraíso.
Lo malo es que para muchos cristianos –
dice Luis González-Carvajal – los sacramentos siguen siendo ritos, al margen de
la vida. Accedieron a los sacramentos sin suficiente evangelización. ¿Cuánta responsabilidad
tenemos, padres, padrinos en este asunto?
Curiosamente, mientras muchos cristianos
rechazan los sacramentos, los no creyentes sienten la necesidad de inventarse
algo que lo sustituya. El poeta Pablo Neruda cuenta cómo reaccionó ante la
muerte de su amigo Alberto Rojas Giménez, así:
Él y otro amigo, llevaron dos grandes
velas como las de un hombre, y las encendieron en el centro de la basílica de
Santa María del Mar, Barcelona. Se sentaron frente a las velas y dos botellas
de vino, que simbolizaban el “torrencial alcoholismo” del difunto.
“Pensemos, dice Neruda, que aquella
ceremonia silenciosa, pese a nuestro agnosticismo, nos acercaba de alguna
manera misteriosa a nuestro amigo muerto”. De entre todos los signos de Dios
que hay en el mundo, uno se destaca luminosamente: Jesús de Nazareth.
Jesús, el único que pudo decir de sí
mismo: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn, 14-9). Por eso, es
común afirmar con razón que “Cristo es sacramento de Dios”. Y la Iglesia entera
es sacramento de salvación.
El Concilio de Trento definió que “los
sacramentos de la Nueva Ley no son ni más ni menos que siete” Siete: significa
totalidad. Repetimos, Sacramentos son signos visibles que hacen presente una
realidad invisible.
Esa realidad
invisible no es otra cosa que el mismo Dios, dice Luis González-Carvajal. Los
sacramentos son encuentros con Dios; y encuentros que tienen lugar
sensiblemente, como reclama nuestro ser corporal. (Agua, vela-luz, palabras,
óleo, pan, vino, etc).
El Concilio de
Trento afirma: “Los sacramentos obran en virtud del propio rito, no por el rito
en sí, sino porque es una promesa de Dios. La eficacia de los
sacramentos no depende de la santidad del ministro. Dios obra a través del
rito, que su “malo o inútil ministro” realice.
Sacramentos son fuerza y valentía para
seguir a Cristo. San León Magno decía: “Hay que completar en la propia
vida lo que la celebración del sacramento inicia” Lo contrario sería
como “liquidar la gracia”, darla al precio de propina. Hay personas que, después de años “recibiendo” frecuentemente los sacramentos, se
caracterizan por conductas reprochables.
No es posible para
el cristiano, transitar por este “valle de lágrimas” sin el auxilio de los
sacramentos. El caos establecido en la sociedad, el torrente de pecados, se
debe a la ausencia de vida sacramental, es decir, del alejamiento de Cristo. Por medio de los sacramentos,
y fundamentalmente, de la Eucaristía, se cumple en nosotros lo que afirma la
biblia: “Somos Templos del Espíritu Santo”
El que come mi carne
y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Palabra de Dios (cf. Jn 6,51-58).(continuará...)
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